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¡Salud!

Parece un brindis pero es uno de los problemas más profundos de nuestro continente. En Alemania lo tenemos resuelto con un costoso modelo de salud total y seguros individuales, sin embargo, desde los EEUU, pasando por México, hasta la Argentina, es uno de los mayores dolores de cabeza de nuestros gobiernos. ¿Por qué? Porque convertimos la salud nacional en un derecho constitucional (a Obama lo eligieron con esa promesa y ahora lo bloquean por su ilusión) y al hacerlo legal, entramos en una espiral sin fin. ¿Salud son las vacunas infantiles? ¿O… la emergencia respiratoria? ¡Es la operación inmediata en una apendicitis! ¿Es una diálisis de por vida con un costo de $us 25 mil anual? ¿Es un by-pass coronario o incluso un trasplante de corazón en Chile o en los EEUU?

Asegurar el acceso a una salud ilimitada tiene un costo casi ilimitado. En Colombia un seguro privado de salud que cubra las situaciones de las preguntas anteriores cuesta unos $us 4.000 anuales y debe ser tomado antes de los 50 años siempre y cuando se excluyan preexistencias como una enfermedad cardiaca o las hemorroides, si no, habría que tomarlo a los 20 años cuando la vida y la salud son generalmente color de rosa. ¿Qué hacer? ¿Cómo llegar a toda la población? ¿Cómo abaratar el servicio?

En 1986, como funcionario del Proyecto Regional de Pobreza del PNUD, pasé un mes al lado de un “médico de la familia” (MdF) cubano, viviendo inclusive en su casa para comprender el sistema. En ese momento en que Venezuela era reemplazada por la URSS, el esquema era totalmente preventivo. Visitábamos diariamente a tres o cuatro familias de las 105 que teníamos a cargo, se llevaba la historia clínica mensual de cada persona, las vacunas, la gripe de la niña o las várices de la abuela, se hacían las recomendaciones apropiadas y se dejaban las recetas para los medicamentos. A quienes estaban presentes se les practicaba un examen médico y se inspeccionaba la sanidad de la vivienda; y en caso de necesidad, se hacían citas para el fin de semana para estudiantes y trabajadores. En caso de una situación grave, se llamaba inmediatamente al MdF, quien visitaba al enfermo y autorizaba su entrada al hospital. Cualquier procedimiento complejo, más allá de una apendicectomía, era estudiado a otro nivel por un Consejo Médico, que dictaminaba el tratamiento de acuerdo con una política nacional, por ejemplo la intervención para extraer un tumor cerebral en una persona de mi edad; simplemente no se autorizaba a favor del asma de un centenar de niños (por cierto, prevalente en Cuba).

Simplemente se optimizaban los recursos de acuerdo con la capacidad financiera nacional, con un cubrimiento total, automático, inteligente y con capacidad profesional. Sería una solución económica, generadora de empleo para toda  América Latina.