Como una pieza de retórica, el discurso de Barack Obama dirigido a los estudiantes universitarios en Jerusalén fue un triunfo. Finalmente, convenció a Israel y a sus partidarios de que “los comprende”, como uno de ellos me escribió. “¡En sus Kishkas (entrañas) nos entiende!”. Sin embargo, Obama también habló sin rodeos, más que cualquier presidente de EEUU lo ha hecho en el pasado, sobre la ocupación de Israel y del caso de un Estado palestino. Haciendo a un lado la oratoria, Obama ha reconocido y utilizado el más fuerte (y quizás el único) camino hacia la paz y un Estado palestino: un llamado a la conciencia de Israel.

Durante 40 años, los que han tratado de presionar a Israel a hacer concesiones han señalado los peligros y amenazas. Israel está rodeado de enemigos y la única forma de aliviar esa hostilidad es dar a los palestinos un Estado. Algunos sostienen que el terrorismo palestino hará insoportable la vida cotidiana en Israel y que éste tendrá que resolver este problema políticamente. Estos supuestos refuerzan el proceso de paz y el enfoque de Obama en su primer mandato. El argumento refleja la realidad en los años 1980 y 1990, cuando Israel se enfrentó a una serie de Estados árabes poderosos con grandes ejércitos (Iraq y Siria formalmente se han dedicado a su destrucción). La Unión Soviética respaldó estos regímenes con dinero y armas, reuniendo sin cesar oposición internacional al Estado judío. Los israelíes vivían con un terror constante palestino, que creó una mentalidad de sitio en el país.

La situación actual, sin embargo, se transforma en todos los sentidos. La Unión Soviética ha muerto. Irak y Siria han sido dejados de lado como enemigos. El mundo árabe está en convulsión, lo que produce una gran incertidumbre, pero también ha debilitado a cada país árabe. Todos ellos se centran en las cuestiones internas de poder, legitimidad y supervivencia. Lo último que cualquiera de ellos puede permitirse actualmente es una confrontación con el país que se ha convertido en el poder dominante de la región.

Los datos ponen de relieve esta situación. Según las cifras más recientes del Fondo Monetario Internacional, el producto bruto interno per cápita de Israel es nueve veces mayor que el de Egipto, seis veces mayor que el de Jordania, y casi tres veces mayor que el de Turquía. Es casi un 50% mayor que el producto bruto interno per cápita de Arabia Saudita. Los gastos militares israelíes son mayores que los de todos sus vecinos juntos, y luego están sus superioridades tecnológicas y cualitativas así como su alianza con el poder militar dominante en el mundo. Los métodos altamente eficaces de lucha contra el terrorismo de Israel, incluidos el muro que separa a los palestinos y los israelíes y la Cúpula de Hierro, que cada vez más sirve como escudo de los israelíes para los misiles, en gran medida han contribuido a que las personas se preocupen por el terrorismo palestino y planifiquen acciones en su contra, pero no es experimentado por la mayoría de los israelíes.

Incluso la tan discutida “amenaza demográfica” es una amenaza sólo si Israel la ve como tal, algo que el nuevo tipo de los políticos en el país, como Naftali Bennett, cínicamente han comprendido. Después de todo, Israel ha gobernado a millones de palestinos sin ofrecerles ciudadanía o un Estado durante 40 años. No hay un punto de inflexión en el que esto se convierte en logística o técnicamente insostenible. Las paredes, las carreteras y puestos de control podrían funcionar para 4 millones de palestinos como lo hacen para 3 millones.

En cierto sentido, ambos partidarios de la línea dura de Israel y los defensores de la paz se han aferrado a la idea del Estado judío como profundamente vulnerable. Para los miembros del partido Likud, esto demostraba que Israel estaba en peligro y necesitaba apoyo constante. Para los pacifistas, demostró que la paz era una necesidad vital. Pero la fuerza y seguridad de Israel están cambiando las perspectivas del país. No se debe buscar sólo en un discurso duro que viene de la nueva derecha. Ari Shavit, como columnista y autor, señala que el país ha cambiado su atención de la supervivencia a la justicia social, política y económica. Los resultados electorales de enero confirmaron esta tendencia. Y mientras en primera instancia esto parecería ser un tema de asuntos internos, en última instancia conducirá a una preocupación por la justicia en un sentido más amplio así como por los derechos de los palestinos.

El discurso de Obama apeló a este aspecto de la psique de Israel y lo trajo a tierra profundamente en los valores judíos: “Israel tiene sus raíces no sólo en la historia y la tradición, sino también en una idea sencilla y profunda de que un pueblo merece ser libre en su tierra”. Luego, aplicando esa idea a los adversarios de hace mucho tiempo de Israel, dijo: “Miren el mundo a través de los ojos (palestinos). No es justo que un niño palestino no pueda crecer en su propio Estado, vivir toda su vida con la presencia de un ejército extranjero que controla los movimientos no sólo de los jóvenes sino también a sus padres, sus abuelos, todos los días”.

Después de haber probado la presión, las amenazas y palabras duras, Obama se ha decidido por una nueva estrategia: apelar a Israel como una democracia liberal y a la conciencia y carácter de su gente. A la larga, éste es el camino más probable para la paz y un Estado palestino.

Es escritor y periodista indio- estadounidense. © The Washington Post Writers Group , 2013.