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El mayor de los derechos

El mejor homenaje que se puede dar a los niños es asegurarles el derecho a vivir y contar con una familia

/ 11 de abril de 2013 / 04:00

Hace pocos días, enterados de que una madre con sus siete hijos huía de la violencia intrafamiliar, y sin poco más que el valor y la convicción de proteger a sus pequeños pasaba sus noches en la terminal bimodal de Santa Cruz, respondimos apoyando a esa familia para que los niños y niñas estén seguros y protegidos. Cada día comprendemos que sólo una familia fuerte es capaz de lograr que los niños y niñas se sientan amados, por ello en Aldeas Infantiles SOS no promovemos homenajes, sino acciones.

En Bolivia, se instituyó en 1955 el 12 de abril como Día del Niño boliviano. Han transcurrido más de 50 años y esta fecha ha permitido visibilizar a la población infantil como sujetos de derechos; la sola idea de “hablar de derechos” en las temáticas relacionadas con la infancia ya supone el inicio de un cambio, por lo menos conceptual. Sin embargo, las organizaciones que trabajamos en atención directa de la problemática entendemos que, para asegurar que un niño o niña se desarrolle, debemos trabajar en el fortalecimiento de sus familias o brindar un núcleo familiar protector a quienes las perdieron.

En esta fecha, en la que se ha mercantilizado el homenaje a los niños y niñas, aprovechamos para concienciar sobre los retos que afectan a las familias, para compartir nuestra experiencia de ayudarlas y llamar la atención sobre su situación y necesidades. Y es que respaldar a la familias tiene más que ver con la actitud que con la economía. Los de-
safíos económicos actuales que enfrentamos no son una excusa para no pasar a la acción. Por tanto, los gobiernos que se comprometen con la idea de “hacer cumplir los derechos de los niños y niñas” deben actuar poniendo las necesidades de las familias en el centro de las decisiones políticas.

Éste es el primer paso para garantizar que invertimos en familias para evitar la perpetuación de un ciclo intergeneracional de pobreza. La pregunta que seguramente surgirá es si se puede prevenir el abandono infantil o garantizar una infancia con ejercicio de derechos frente a contextos de inequidad, exclusión y marginación. Desde nuestra experiencia, estamos seguros de que se puede. La experiencia acumulada en 44 años, cogestionando junto con gobiernos, familias y comunidades, proporciona razones para el optimismo. La actitud centrada en la familia ha contribuido al hecho de que cada día miles de niños que habrían quedado sin protección ahora tengan no sólo familias fortalecidas, sino también líderes comunitarios que buscan la inclusión de presupuestos destinados a la infancia.

Este enfoque en lo que “es posible” debe continuar y también debería adoptarse para fortalecer los derechos infantiles y el desarrollo. La inversión en familias crea un dividendo que no se puede medir fácilmente en términos económicos. Nuestra “llamada a la acción” proporciona opciones realistas para todos los que desean hacer algo ahora y hacer que la vida de las familias sea mejor.

Y es que sólo en una familia protectora, cada niño o niña puede ejercer sus derechos. Por ello, el mejor homenaje es garantizar el derecho a que los niños y niñas puedan vivir y contar con una, lo demás será siempre un buen discurso.

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La familia en el centro

La lucha por la supervivencia económica fomenta el conflicto, el alcoholismo y la violencia

/ 20 de mayo de 2013 / 04:21

En 2010, Aldeas Infantiles SOS Bolivia llevó a cabo la investigación Análisis de la situación de los niños y niñas en Bolivia. Los resultados dieron cuenta de que la desnutrición crónica afecta al 21% de los niños en Potosí, Oruro y Sucre, y se constituye todavía en una causa de mortalidad infantil. Estas estadísticas aumentan al considerar que seis de cada diez niños abandonan la formación regular y menos del 7% de los menores de seis años accede a servicios educativos. Esta investigación además refiere que siete de cada diez niños sufren algún tipo de violencia y que aproximadamente 800.000 trabajan.

En estas cifras se reflejan no sólo las condiciones en las que se desarrollan los 5 millones de niños, niñas y adolescentes que conforman la población, sino la situación que enfrentan las familias bolivianas. Y es que la crisis económica tiene un impacto muy fuerte en las capacidades de cuidado de los padres y madres; pues la lucha por la supervivencia económica fomenta el conflicto, la depresión, el alcoholismo o la violencia. El creciente desequilibrio entre el trabajo y la vida personal está exprimiendo las capacidades de los padres para dedicar tiempo a sus hijos.

Desde hace 44 años, Aldeas Infantiles SOS ha tratado de responder a la situación de los niños en riesgo de perder a sus familias o que ya las perdieron desde un enfoque basado en el derecho a crecer en una familia y con una visión de corresponsabilidad con las comunidades, y de apoyo al Estado para que cumpla su responsabilidad.

Desde el día en que planteamos que un niño que perdió a su familia no debía crecer en un orfanato, separado de sus hermanos y sin establecer ningún vínculo afectivo, rebatimos los métodos tradicionales de atención, brindando una familia de acogida a los niños en orfandad o abandono, un lugar donde puedan crecer amados y protegidos; pero también respaldamos a las familias más vulnerables. Empero, las cifras de la situación de los niños y niñas son un llamado de atención al desarrollo humano de nuestro país y nos demuestran que ésta es una tarea en la que todos estamos llamados a actuar.

En este llamado a la acción que promovemos, entendimos que las cifras frías tal vez no evoquen en nosotros la cercanía necesaria para sensibilizarnos sobre el impacto negativo de vivir sin una familia, pero sí lo hacen nuestros propios recuerdos de la infancia. Recordar por ejemplo el momento en el que preparábamos la comida favorita, el aroma de mamá cuando nos acariciaba o el abrazo de papá cuando nos consolaba. Esos son los momentos que sólo una familia es capaz de construir y los que tratamos de darles a los niños, niñas y adolescentes en Aldeas Infantiles SOS, para que un día, cuando sean adultos, evoquen esos sentimientos de plenitud por haber crecido con una familia.

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43 años de labor por la infancia

Sólo los entornos familiares más fuertes pueden apoyar a los niños de forma adecuada

/ 29 de junio de 2012 / 04:16

El desarrollo de un niño saludable se lleva mejor a cabo en un entorno familiar protector. Esta convicción de la importancia de que cada niño pertenezca a una familia y crezca con amor, respeto y seguridad, está en la base de la visión de Aldeas Infantiles SOS. Básicamente, una familia  significa todo para un niño.

A pesar de que no existe una definición universal al respecto, en su labor cotidiana, Aldeas Infantiles SOS entiende a la familia como un grupo social que tiene el compromiso de una educación afectuosa y de socialización de los miembros más vulnerables. Con esta visión, teniendo al niño y su desarrollo en el centro, trabajamos con comunidades locales y socios en todo el mundo, con más de dos millones de niños vulnerables y sus familias. Les ayudamos a llevar sus vidas independientemente y a dar un cuidado adecuado a los niños para su desarrollo integral, en términos de atención infantil, educación, salud, ayuda en caso de emergencia o temas directamente relacionados con la pobreza.

Para Aldeas Infantiles SOS, proteger y fomentar los derechos de los niños incluye respaldar a las comunidades y a los gobiernos, con el fin de que las familias tengan servicio social, educativo y sanitario. La Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas define a la familia como un “entorno natural para el crecimiento y el bienestar de los niños (en) una atmósfera de felicidad, amor y comprensión”. Tal entorno familiar requiere de un nivel de vida aceptable para que vivan dignamente, y para que los padres tengan el tiempo y los recursos necesarios para dedicarse al desarrollo completo y óptimo de sus hijos, para que en el futuro sean miembros autosuficientes, seguros de sí mismos.

Respaldar a las familias se relaciona más con la actitud que con la economía. Los desafíos económicos actuales que enfrentan los gobiernos no son una excusa para no pasar a la acción. Los legisladores que se comprometen con la idea de poner a la “familia primero” deben actuar de acuerdo con sus compromisos en la Convención de los Derechos del Niño de la ONU, poniendo sus necesidades en el centro de las decisiones políticas. La inversión en las familias es el primer paso para evitar la perpetuación de un ciclo intergeneracional de pobreza.

Las numerosas crisis que azotan al mundo no deben aumentar la vulnerabilidad de la familia ni deshacer logros recientes. El progreso en relación al pasado proporciona razones para el optimismo. A principios de los 90, 33 mil niños menores de cinco años morían cada día; en los últimos años, esta grotesca estadística se ha reducido significativamente. La actitud centrada en la familia de parte de varios gobiernos ha contribuido a que cerca de 12 mil niños predestinados a morir ahora puedan vivir y celebrar su quinto cumpleaños. Este enfoque debe continuar a tiempo de fortalecer los derechos infantiles y el desarrollo. La inversión en familias crea un dividendo que no se puede medir fácilmente en términos económicos. Nuestra “Llamada a la acción” proporciona opciones realistas para todos los que desean contribuir para que la vida de las familias más desfavorecidas sea mejor, y ése es el compromiso que reafirmamos en este 43 aniversario en Bolivia.

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Día Internacional de la Familia

La familia es determinante para el desarrollo social, emocional y cultural de los niños y niñas

/ 8 de junio de 2012 / 05:14

El tema del cumplimiento de los derechos de los niños y niñas no puede estar aislado del análisis del rol de las familias en el cuidado y la protección infantil, más aún cuando se dimensiona la situación del cumplimiento de los derechos de los niños y niñas en riesgo de perder el cuidado parental o de aquellos que ya lo perdieron.

Y es que la protección de la niñez surge como un tema de interés a fines del siglo XVIII debido al crecimiento de las zonas urbanas y el desarraigamiento de la actividad agraria en zonas rurales. En este contexto, las familias se reorganizaron y las mujeres y los niños se insertaron en el mercado laboral. Empero, la responsabilidad de la protección de los hijos fue asignada a las familias, y en particular a las mujeres, pese a que la mayoría ya se dedicaba a diferentes oficios fuera del hogar.

Esta situación se complejiza cuando tomamos conciencia de que la familia es determinante para el desarrollo social, emocional y cultural de los niños y niñas. Por lo tanto, su cuidado no puede ser una responsabilidad exclusiva de las familias, y mucho menos quedar al margen de la responsabilidad del Estado o, lo que es peor, limitarse a la atención de una necesidad en lugar de enfocar los esfuerzos para restituir un derecho.

El círculo de pobreza no tiene sólo efectos en las condiciones de vida en el plano material, su efecto incide en la posibilidad que tendrán los hogares de convertirse en el entorno protector que asegure los derechos de los niños y niñas, quienes en función a la infancia que hayan tenido replicarán el tipo de familia que tuvieron cuando lleguen a la edad adulta. Más aún en un contexto de pobreza en el que se vulneran los derechos de los niños y en el que la diversidad de configuraciones familiares se constituye en un nuevo riesgo para su desarrollo emocional.

Si a estos elementos incorporamos otros relacionados con concepciones y prácticas culturales respecto a los niños, el panorama no es alentador y exige una respuesta. Por ejemplo, en la cultura andina los niños y niñas son asumidos desde una perspectiva funcional en cuanto a las labores que pueden hacer para contribuir a la economía familiar. Por esta razón, en muchos contextos los niños realizan actividades que no corresponden a su edad y en muchos casos se ven obligados a trabajar. En Bolivia son 800 mil los niños que  trabajan, y muchos de ellos, al no encontrar cuidado ni protección en sus hogares, asumirán la calle como su espacio de vida.

¿Por qué celebrar entonces un Día de la Familia? Justamente porque las alarmantes cifras para muchos tienen un rostro de niño o niña que merece, por derecho, crecer en un entorno de amor y protección, y porque las familias necesitan contar con un soporte real y efectivo para mejorar sus condiciones. La experiencia de Aldeas Infantiles SOS, junto a las familias y comunidades, ha demostrado que es en la infancia en la que se siembran las semillas del futuro desarrollo de cada persona y que es la familia el espacio ideal para que cada niño y niña pueda experimentar una infancia positiva.

Por ello, es importante que desde el lugar que estemos recuperemos aquel calor de hogar que sólo una familia brinda, y que más allá de conmemorar un día, apoyemos todos aquellos esfuerzos por hacer de cada familia el motor que logre cambiar el mundo.

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