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Razón de justicia

Se puede afirmar que no existe una sola idea de la justicia o que ésta no puede ser aplicable de manera uniforme a todas las situaciones, menos aun cuando se trata de la “justicia internacional”, un concepto relativamente nuevo, pues no siempre existió y menos sus tribunales o mecanismos alternativos, aunque sí concurría el concepto de “paz”, generalmente como imposición o expresión de hegemonía del vencedor.

Fueron las grandes guerras y las secuelas de la Guerra Fría las que contribuyeron a configurar un sistema de justicia internacional más operativo, confiable y aceptable para los Estados. Gradualmente adquirió mayor sentido la adhesión a la responsabilidad de utilizar medios pacíficos de resolución de controversias y la aceptación de la competencia de los tribunales internacionales para zanjar controversias. Este es el caso en la Corte Internacional de Justicia, en la Haya, donde el 40% de los asuntos pendientes de resolución corresponden a países latinoamericanos.

Otra perspectiva que contribuye de manera más gráfica a visibilizar la importancia de la justicia internacional es la “injusticia” latente del resultado de los conflictos, las lesiones gravosas y subsistentes de la guerra, la invasión o la imposición, que en su tiempo se justificaban en la intangibilidad de la victoria y los instrumentos que se imponían. Con el tiempo y las circunstancias se supera la visión unilateral del sentido de los acuerdos o tratados, no siempre pactados en condiciones simétricas y ajenos al sentido natural y moral de la justicia, o bien simplemente distanciados de la equidad o la rectitud.

Afortunadamente el derecho internacional ha expandido las fuentes de derecho aplicables a los casos que resuelve. Además de las convenciones y tratados, la costumbre internacional y los principios generales del derecho; las decisiones judiciales y la doctrina que producen los autores son fuentes subsidiarias. Estas últimas se enriquecen por las sentencias y dictámenes que, en el caso de la Corte Internacional de Justicia, superan el centenar de pronunciamientos con lineamientos innovadores, más justos y fundamentales para orientar futuras actuaciones.

Es la razón de justicia la que inspira la decisión del Gobierno de Bolivia de acudir ante la Corte Internacional de Justicia para resolver pacíficamente la controversia que sostiene con la República de Chile, por una salida soberana al océano Pacífico; una causa justa e incuestionable que deberá merecer el espacio de consideración y solución que alientan los bolivianos y la comunidad internacional. Es también la razón que alentó mi compromiso y convicción para sumarme al equipo del Estado Plurinacional en este propósito que compromete a todos.

Con esta columna pongo término a mis aportes quincenales a La Razón, que tuvo la generosidad de publicarlos durante el último año, agradezco a los lectores y abrigo la esperanza de retomar este espacio con buenas noticias y más reflexiones desde diferentes perspectivas.