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(Re)parábola del hijo pródigo

En la parábola bíblica, el hijo pródigo dilapida en corto tiempo la heredad en vida del padre; en la nueva versión venezolana de la parábola, el hijo pródigo dilapida, en más corto tiempo, la heredad política (el caudal electoral) de su padre (y digo “padre” porque sólo repito las palabras del que se considera hijo).

En octubre de 2012, Hugo Chávez Frías (derrochando con pasión su vida para mantener su legado) ganó las elecciones con 8.191.132 de votos (55,07% del total de válidos) y con una participación masiva de 15.010.584 de electores (80,67% del padrón, la más alta en todas las presidenciales desde 1998 cuando ganó HChF por primera vez). Su oponente Henrique Capriles Radonski obtuvo el mejor resultado para un opositor desde que HChF llegó al poder (6.591.304 votos: 44,31%), quedando a 1.599.828 votos del Presidente electo (10,76% menos).

Seis meses después, el 14 de abril (poco más de un mes de la muerte del líder bolivariano y menos aún de su entierro), el candidato designado por Chávez como su sucesor, Nicolás Maduro Moros, ha sido proclamado presidente de Venezuela por el Consejo Nacional Electoral con 7.505.338 votos (50,66% de los válidos), contra 7.270.403 de Capriles (49,07%); es decir una diferencia de 234.935 votos (no 300.000 como afirmó Maduro en su discurso de victoria); 1,59% de diferencia sobre una participación de 78,71% de los electores inscritos (la segunda participación más alta luego del récord del 7 de octubre de 2012). Es decir: en tan corto periodo, oficialmente el Presidente Encargado obtuvo 685.794 votos menos que el líder fallecido; mientras que Capriles ganó 679.099, acortándose las distancias en 9,17% respecto a los comicios anteriores.

A esto se suma que Capriles y la Mesa de la Unidad Democrática no reconocieron los resultados y pidieron el recuento manual de los votos, auditoría ciudadana que ya había sido solicitada por el rector del CNE Vicente Díaz Silva sobre 100% de las papeletas depositadas en urna tras el voto electrónico (en Venezuela se acostumbra auditar el 53% de los votos emitidos).

Independientemente de los resultados de la posible auditoría, la victoria de Maduro puede convertirse en pírrica si no soluciona la división del país, porque necesitará muchos consensos para lograr la gobernabilidad de Venezuela, un país que hoy enfrenta muchos problemas (económicos, sociales, políticos), consecuencia de gestiones más políticas que económicas. El triunfalismo de su discurso de victoria puede ser el inicio del fracaso de su nueva administración, sobre todo porque el candidato no fue Nicolás Maduro sino Hugo Chávez.

La permanencia del legado político y social del Comandante (fundamental más allá de sus desaciertos de gestión) peligrará si no saca a Venezuela de sus crisis, pero para ello el próximo presidente tendrá que ser él mismo y no su antecesor, y se tendrá que reconstruir la unidad del país. El hijo haría bien entendiendo la nueva realidad, porque los panas ya parecen que no creen en mitos.