Icono del sitio La Razón

Los imprescindibles

El 5 de marzo, al saber de la muerte de Hugo Chávez, recordé una canción sobre Bolívar: “No morirás, caraqueño, nunca mueren los valientes”. Pero la verdad es que Hugo Chávez se ha ido definitivamente, y la prueba mayor de ese hecho estuvo en las elecciones del 14 de abril. Más de 400.000 venezolanos que habían votado por Chávez en octubre de 2012 no votaron por quien el propio Chávez designó como su sucesor en las elecciones siguientes, sólo unos meses más tarde. Otros 200.000 venezolanos que participaron en las elecciones de octubre de 2012 no fueron a emitir su voto en abril de este año. Es difícil saber cuántos de los votos que antes eran para Chávez fueron esta vez para Capriles, pero lo que sí podemos afirmar es que muchas miles de personas dejaron de votar por la opción chavista en ausencia de Chávez.

Y es fácil entenderlo, sin por ello menospreciar las capacidades del ahora presidente Nicolás Maduro. Hugo Chávez fue un hombre de extraordinario carisma y de indiscutible liderazgo, que generaba cariño y confianza por sus cualidades personales, que no se pueden transferir o delegar como las responsabilidades. Además, como pasa con frecuencia cuando la imagen de un líder individual tiene un peso tan grande, los errores de la revolución bolivariana bajo la presidencia de Chávez fueron atribuidos a un entorno, a un grupo de personas que tomaban decisiones a espaldas del jefe y eran responsables de las consecuencias negativas que de esas decisiones surgieran. Ese discurso es útil para liberar de culpas al líder por los inevitables errores que en la gestión pública se cometen, pero puede ser muy peligroso cuando por circunstancias fortuitas es necesario que alguien de ese entorno lo reemplace.

En los días turbulentos que siguieron a las elecciones en Venezuela, ante la amenaza, la violencia y la intolerancia de los perdedores, la ausencia de Chávez dolió más que durante sus emotivos funerales. El hueco que dejó se sintió más hondo y más grande. No dudo en la capacidad del pueblo venezolano y de su revolución de recuperarse de este trance, que puede ser una gran oportunidad para repensar sus estrategias, evaluar sus capacidades y corregir sus errores. Pero me quedo pensando en las lecciones que de lo sucedido en Venezuela pueden extraerse para Bolivia.