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Suicidios por desahucio

Algo huele muy mal en el sistema económico capitalista (y sus cíclicas crisis y burbujas) cuando hay centenas de miles de familias sin vivienda, desahuciadas por deudas impagables, y al mismo tiempo hay centenas de miles de casas vacías en poder de entidades financieras. El asunto es más grave cuando además de generar despojo, esta contradicción provoca suicidios.

Algunos indignados dicen que, junto con el creciente desempleo, se trata de uno de los mayores dramas de las democracias hoy en el sur de Europa. Drama para las personas y familias, ciertamente, que tras el fin de la burbuja inmobiliaria enfrentan hipotecas que no pueden pagar y lo pierden todo. Sólo en España, según datos de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), más de 400.000 familias han sido víctimas de desahucios en los últimos cuatro años. Familias sin casa, sin trabajo, sin futuro.

Claro que no todo es drama en las ejecuciones hipotecarias y sus desahucios. Hay quienes se benefician ampliamente con el mecanismo. O al menos se aseguran contra los costos de una burbuja provocada por ellos mismos. Y es que si el desahucio constituye un drama para los afectados, la banca siempre gana. Tras las ejecuciones hipotecarias, las entidades bancarias embargan las casas y las subastan. ¿Y quiénes se las adjudican? Los propios bancos. Gente en la calle, casas vacías, banca satisfecha.

Pero la desventura en esta historia no es tanto la terrible contradicción, que bien podemos calificar de escandalosa, entre entidades financieras protegidas por legislaciones y gobiernos, por un lado, y personas condenadas a la indefensión y la exclusión social, por otro. La mayor tragedia es que estas personas, confrontadas ante una situación límite (que entre otras cosas incluye la pérdida de su vivienda), decidan quitarse la vida. ¿A qué grado de desesperación habrá de llegarse para optar por el suicidio? En América Latina, en aquellos años de imposición del neoliberalismo, supimos de estas cosas.

Según un reporte del diario La Vanguardia, más de 2.500 personas (entre jubilados y otros en situación de pobreza) se han suicidado en Grecia desde que se inició la crisis económica. La semana pasada, un matrimonio de ancianos en Italia, él de 62 años, ella de 68, que habían perdido su pensión y no encontraban trabajo, se ahorcaron. Y ayer se encontró el cuerpo de un trabajador de la televisión en Cataluña, de 40 años, que optó por suicidarse en su vivienda de alquiler cuando iba a ser desahuciado.

Confrontándonos, el escritor Augusto Monterroso dijo que “mientras en un país haya niños trabajando y adultos sin trabajo, la organización de ese país es una mierda”. El mismo Monterroso podría escribir hoy que mientras en un sistema económico haya familias sin casa y casas sin familia, y las personas se suiciden por desahucio, la existencia de ese sistema es una mierda.