Cuando era niña, recuerdo que en la asignatura de matemáticas nos plantearon una descabellada idea: que dos era igual a tres, y que nosotros debíamos confirmar que ello fuera cierto o demostrar que esa teoría estaba equivocada. Después del análisis y la revisión de la teoría inicial, podía verificarse que dos era igual a dos y que no había posibilidad de que ese número pudiese ser igual a tres. Sin embargo, hoy, varios años después, me pregunto si esa descabellada idea podría tener un fundamento que fuera más allá de la fría lógica matemática. Permítanme profundizar un poco más en mis recuerdos, para que juntos logremos concluir si dos puede ser igual a tres.

Durante esos años en la escuela, constantemente escuchaba decir a mis mentores que un salario no era suficiente para cubrir el costo de vida, y que por tanto no podían adquirir todo lo que requerían sino lo básico; no obstante, con algo de resignación y enfado, llegaban a aceptar esta situación.

Con el pasar del tiempo, comenzaba a oír opiniones similares, a pesar de que fueron implantados los conceptos de “subvención”, “renta petrolera” y “bonos sociales”; unos para hacer frente a la inflación y disminuir el efecto de la escalada de precios en el bolsillo del ciudadano, y otros para beneficiar a los que en un momento histórico fueron los menos favorecidos. Sin embargo, al parecer, la opinión de la ciudadanía seguía siendo la misma.

Actualmente, con una familia más grande y con nuevas responsabilidades, me pregunto si lo que uno gana  realmente equivale al salario que recibe, ¿no será que por efecto de todos esos ingresos “parasalariales” estamos recibiendo del Estado un importe mayor al efectivo que figura en planillas? ¿Cuál sería el impacto de asumir  el costo real de los bienes y servicios que consumimos? Al respecto, es posible verificar que una familia promedio,  compuesta por cinco integrantes, recibe del Estado ayudas adicionales, haciendo que las subvenciones operen como efecto multiplicador del salario nominal, llegando a un salario real mucho más alto, si consideramos los Bs 2.800 millones destinados a la subvención de alimentos, los Bs 2.539 millones en bonos sociales y los Bs 19.277 millones en IDH y regalías reportados en 2012.

En este sentido, una ganancia de Bs 1.000 en efectivo se ve incrementada por recursos llamados “en especie”, que si bien no son desembolsados directamente, benefician al bolsillo del ciudadano, restando la carga del coste real de los bienes y servicios. De esta forma, considerando todos los factores y haciendo un poco de aritmética, 1.000 llega a ser casi 1.500. Entonces, les dejo a ustedes queridos lectores la siguiente pregunta: ¿un trabajador que gana Bs 1.000, gana solamente Bs 1.000?