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Clases de aymara

Que una mujer de pollera esté dando clases de aymara en un colegio privado de la ciudad de La Paz, uno de los más reconocidos, dicho sea de paso, es sin duda un buen síntoma, pues revela que algunos aspectos educativos están cambiando, para bien, en el país. En efecto, tradicionalmente, el oficio de maestro en las ciudades se ha desarrollado bajo parámetros occidentales, que han regido no sólo la forma y los contenidos de la enseñanza, sino también la forma de vestir. Por tanto, si una mujer de origen aymara deseaba dedicarse a esa profesión, tenía que abandonar primero las polleras.

Por eso, que Celia Laura dé clases vestida de manera tradicional a 15 cursos de Primaria y Secundaria en el colegio San Calixto, y que sus alumnos manifiesten no sólo interés por su materia sino también respeto hacia su persona, demuestra que se están dando los primeros pasos para romper con estereotipos y actitudes discriminatorias; y justamente donde se tienen que dar, en la escuela.

Pues la intolerancia nace a menudo de la ignorancia y del miedo: miedo a lo desconocido, al otro, a culturas, naciones o religiones distintas. De allí la importancia de enseñar la tolerancia y los derechos humanos en las escuelas y en los hogares, para animar a los niños a tener una actitud abierta y generosa hacia el otro.