El séptimo círculo
Después de la Segunda Guerra Mundial surge cierto tipo de novela negra, como llamando a la realidad
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Correspondió a Jorge Luis Borges y a su eterno colaborador, Adolfo Bioy Casares, inaugurar una colección que, aludiendo al infierno de los violentos, reuniera lo mejor del relato policial, cuyo nombre reproduzco en el título de esta columna.
Fue a mediados del siglo XX e ingresó en el boom de la narrativa negra. Había terminado la Segunda Guerra Mundial y en el mundo aliado se vivía un triunfalismo sólo comparable a lo ocurrido al fin de la Primera. Los políticos y militares que condujeron a sus pueblos al matadero justificaban el conflicto porque se suponía ésta iba a ser“la guerra que terminará con todas las guerras”.
En Estados Unidos se dio el boom de los bebés, hasta la economía parecía florecer. Después de 55 millones de muertos, la desocupación ya no era una preocupación. Entonces, como llamando a la realidad, cierto tipo de novela negra y de guerra comienza a mostrar los recónditos espacios ocultos. En el país del norte triunfan los escritores Dashiell Hammett, Raymond Chandler (a quien, estando hoy en California, he ido a rendir homenaje) y Ross MacDonald.
Precisamente Chandler señalaría que: “La novela policiaca realista habla de un mundo en que los gángsters pueden dirigir un país y al menos gobernar las ciudades en las que los apartamentos, los restaurantes de moda son propiedad de hombres que han hecho su dinero explotando burdeles, un mundo en el que un juez con una bodega llena de licores de contrabando puede mandar a la cárcel a un hombre porque lleva una botella en el bolsillo, donde un alcalde de vuestra ciudad puede haber condenado a alguien por homicidio como un medio de hacer dinero…”.
En Argentina, la editorial Emece lanza a sus estrellas, entre ellas al autor de El Aleph, a la caza de buenos relatos policiales. Paralelamente, Héctor Orestedheld, escritor de origen germánico, y el dibujante Hugo Pratt (ambos harían historia en el cómic mundial) crean dos personajes entrañables: Bull Rockett (un detective que frente al policial norteamericano demostraría que en América Latina también hay criminales y escritores) y Ernie Pike, basado en el periodista Ernie Pile, quien ganó el Pulitzer y murió en la guerra poco antes de que acabara.
Pile escribió: “Aquel día había visto matar fríamente a un hombre, a un soldado. Eso me indujo a escribir para desahogarme de tanta muerte… Sé que ni Life ni Time ni ninguna otra publicación que se respete comprará este relato. Quizá sea un relato amargo, pero creo que así es el verdadero heroísmo. El relato que mira a la realidad de frente sin falsos pudores… Con sus porquerías, sin buenos ni malos…”.