Voces

Sunday 28 Apr 2024 | Actualizado a 00:20 AM

Preocupante récord

Mantener el clima por debajo del umbral que se cree tolerable será cada vez más difícil

/ 20 de mayo de 2013 / 04:25

Días atrás, la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de EEUU advirtió que el dióxido de carbono (el gas que más contribuye al calentamiento global) ha alcanzado niveles nunca antes registrados en la Tierra en millones de años. Estos datos no hacen sino corroborar que los esfuerzos asumidos hasta ahora para contrarrestar el cambio climático son insuficientes.

Por primera vez, las mediciones diarias de CO2 superaron las 400 partes por millón (ppm). Estas cifras fueron registradas por un laboratorio de Hawai, situado en el volcán Mauna Loa, que mide la concentración de ese gas en la atmósfera desde 1958. Para los expertos, los datos deberían ser leídos como una seria advertencia, en tanto revelan que la posibilidad de mantener el clima por debajo del umbral que se cree tolerable es cada vez más remota.

Cabe recordar que el aumento de temperatura por la acumulación de gases en la atmósfera se presenta progresivamente. Por tanto, los efectos se perciben de manera gradual y las sociedades se están adaptando paulatinamente. Empero, más temprano que tarde, el aumento de la temperatura va a producir cambios insostenibles y cualitativos en el ambiente. Para entonces, será demasiado tarde para buscar soluciones.

En efecto, de seguir la actual tendencia de emisiones, los científicos prevén que en los próximos diez años la temperatura promedio del planeta puede ascender en más de dos grados. Algunos informes son más pesimistas y proyectan el aumento por encima de los cuatro grados durante el siglo XXI. En cualquiera de estos escenarios, el sistema climático sobrepasaría los límites permisibles, provocando cambios climáticos desastrosos: degradación del 75% de la selva amazónica, la destrucción de ciudades costeras, propagación de plagas, sequías, inundaciones, incendios forestales, la extinción de glaciares y de millares de especies vegetales y animales.

No obstante, a pesar de estos fenómenos que cada vez son más evidentes y además conllevan costos multimillonarios para las naciones, no existe una clara voluntad entre los gobiernos para asumir medidas efectivas contra el cambio climático.

Ahora bien, no cabe duda que los países en de-sarrollo y con millones de pobres bien pueden reclamar su derecho al crecimiento y hacerlo en una escala mucho mayor a la de los países industrializados. Sin embargo, resulta también evidente que este afán de progreso, por ejemplo en China, se muestra cada vez más contraproducente en cuanto a calidad de vida se refiere; y que, nos guste o no, el planeta ya no puede soportar esta sobreexplotación de los recursos fósiles y minerales. Sobreexplotación que está provocando una crisis ecológica sin precedentes, y que amenaza con destruir la forma de vida tal y como la conocemos.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

De ignorantes, mañudas y corruptos

/ 28 de abril de 2024 / 00:19

Ignorante es aquel que no quiere saber y no quiere entender lo que probablemente está delante de su nariz; ignorante es aquel que cree que sabe porque leyó el título o supo de algún caso y lo generaliza por ignorancia, cálculo político o flojera. El y la ignorante son superficiales, se n en opiniones y no en argumentos y hechos. Eso es lo que está pasando con las opiniones —desinformadas y alegres— que algunas y algunos parlamentarios, y gente de las organizaciones sociales, están lanzando sobre la Ley 348.

La Ley 348 es producto de la lucha contra las visiones eurocéntricas, neoliberales y machistas sobre la violencia hacia las mujeres. Fueron largas discusiones contra las ONG neoliberales y las feministas de derecha que estaban felices con la ley promulgada por Gonzalo Sánchez de Lozada en 1995. Andrónico tiene hoy como catedrático a Sánchez de Lozada, al hacerse cómplice de las mismas opiniones y críticas de neoliberales contra las mujeres víctimas de violencia machista. Ignorantes hombres y mujeres de organizaciones sociales que opinan sin saber ni analizar la Ley 348. No vamos a retroceder ni un paso, como no retrocedemos en todo lo conquistado por el pueblo en el proceso de cambios, con el hermano Evo Morales.

Mañudas hay, sin duda que hay, son esas mujeres que mienten, fingen, se hacen a las víctimas, difaman y calumnian por intereses personales. Sí, claro que las hay, pero no por unas cuantas chupa sangre, karisiris, se va a poner en cuestión y tapar con un dedo el gran problema de asesinatos, golpes, torturas y violencias que viven las mujeres en manos de hombres machistas y violentos. No vamos a dudar —por unas cuantas mañudas— de las verdaderas víctimas. Como parte del Feminismo Comunitario de Abya Yala lo venimos diciendo desde 2017, convocando a diferentes instituciones y autoridades a tomar posición ante el abuso que se estaba cometiendo en la aplicación de la Ley 348. Yo misma soy víctima de estas mañudas y no soy hombre. Así que no es una ley “antihombres”, es una que está siendo manipulada por mañudas, corruptos y violentos feminicidas.

Corruptos los fiscales, jueces, policías y peritos que manejan a su gusto y mejor postor la justicia, queremos afirmar que ahí está el verdadero problema. Compañero Andrónico, la manipulación y la corrupción de la Justicia boliviana, que empiezan en la mala formación de las universidades, es el problema. Los fiscales, jueces, policías y peritos son, además de corruptos, ignorantes y mediocres, flojos y mañudos, son manipuladores y pajpakus; claro, hay una minoría que se salva. Ahí esta el verdadero problema, nuestro sistema judicial, ya hemos planteado reformas al aparato de justicia, que en su momento no las hicieron; por ejemplo, la modificación del currículo de las facultades de Derecho. Hoy ya no es reforma lo que necesitamos, consideramos necesaria una revolución de la Justicia. Lamentablemente, ignorantes, mañudos y corruptos hoy pueden ser magistrados y manejar las leyes y la aplicación de la justicia, de acuerdo con el tamaño de sus bolsillos, prejuicios e intereses políticos y personales.

Es del aparato de justicia de lo que nos tenemos que defender y el gobierno de Arce debería ponerse las pilas, por lo menos en este poco tiempo que le falta para concluir su mandato, en hacer realidad las modificaciones que se propusieron en favor de profundizar la protección de las mujeres víctimas de violencia machista.

Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Hablar ruso en EEUU

Sasha Vasilyuk

/ 27 de abril de 2024 / 07:35

En enero de 2022, estaba planeando un viaje de verano a Ucrania y Rusia para mi hijo de cuatro años y para mí. Pasé la mitad de mi infancia en Ucrania y la otra mitad en Rusia antes de mudarme a los Estados Unidos cuando era adolescente. Cuando me convertí en madre, mi único y obsesivo objetivo era enseñarle ruso a mi hijo. Luego, después de unas vacaciones navideñas con su abuela estadounidense, me habló en inglés. Entré en pánico. Decidí que necesitaba una inmersión total lo antes posible.

Una visita a Ucrania y Rusia le permitiría ver que la lengua materna de su madre no era un capricho suyo sino algo normal para millones de personas. Un mes después, las fuerzas rusas invadieron Ucrania. No le dije inmediatamente a mi hijo que había comenzado una guerra. Creo en decirles la verdad a los niños, pero ni siquiera podía explicarme a mí misma por qué una de mis patrias estaba invadiendo la otra, por qué mis primos en Kiev se escondían en refugios antiaéreos, por qué mis primos en Moscú huían del país. Estaba segura de que no duraría (no podría) durar mucho.

Una de las falsas razones de Putin para la invasión fue proteger a los rusoparlantes en Ucrania, a pesar de que muchos rusoparlantes (como mi familia) se habían sentido perfectamente seguros en su país bilingüe. Mientras los tanques avanzaban hacia Kiev, pensé en el esfuerzo y los recursos que había invertido en enseñarle a mi hijo un idioma que se utilizaba como excusa para la violencia. Mucha gente en Ucrania prometió dejar de hablar ruso, pero a nosotros no nos pareció la solución adecuada. Decidí seguir como estábamos y no decir nada sobre la guerra hasta que él me lo pidiera.

A medida que la guerra se prolongaba, el verano de nuestro viaje planeado llegó y se fue. Mi hijo no se dio cuenta y agradecí al nebuloso sentido del tiempo de su cerebro infantil por ahorrarme la necesidad de dar explicaciones. Ese noviembre cumplió cinco años. Aumenté su dosis de dibujos animados en ruso y comencé a enseñarle a leer en ruso. Entonces, un día llegó a casa de la guardería y preguntó: “Mamá, ¿hay una guerra en Ucrania?” Una mezcla de pánico y alivio me invadió. Nos dirigimos al mapamundi que colgaba de la pared de su dormitorio, diseñado por un amigo de Kiev. Le mostré el contorno de Ucrania, con sus pequeños dibujos animados de borscht y sus iglesias con cúpulas en forma de cebolla. Dije algo sobre los tanques, sobre lo terrible que era la guerra. Él asintió en silencio. Lo mantuve limitado y apropiado para la edad. También omití una pieza crucial: no me preguntó quién empezó la guerra y yo no se lo dije. No me atreví a decir que era Rusia.

Unos meses más tarde, vi a mi hijo dirigirse directamente a una familia de habla rusa en la playa. Cuando los alcancé, le preguntaban a él (y luego a mí) de dónde éramos. Su tono era urgente, insistente. Necesitaban saber que no éramos de Rusia; habían llegado recientemente a los Estados Unidos desde Kherson, Ucrania. Tan pronto como escuché «Kherson», envié a mi hijo a jugar. Su hijo era solo unos años mayor y parecía estar traumatizado, alternando entre mirar al vacío y arrebatos de ira hacia su abuela. Escuché cómo la familia había sobrevivido a una brutal ocupación rusa de seis meses y vi a mi hijo jugar a lo lejos. Hazle saber a su pequeño cerebro sobre el sufrimiento. Pero no sobre la traición de Rusia. Aún no.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

George Orwell: el eterno profeta

/ 27 de abril de 2024 / 07:27

Cuando llegué por primera vez a Londres, Orwell había muerto hace pocos años (1950) y sus dos alegorías que se volverían best-sellers servían de catecismos en las frecuentes batallas intelectuales que se libraban en el fulgor de la Guerra Fría. Se trataba del clásico Animal Farm (Revuelta en la Granja) y del no menos celebrado 1984. Ambas obras influyeron grandemente en la juventud de la época para provocar dudas y alta dosis de escepticismo en las bondades pregonadas por el sistema imperante en la entonces Unión Soviética. La primera, escrita con refinada ironía, se trata de la revolución impulsada por los animales de la finca que culmina con la captura del poder, el subsecuente exilio de los patrones acusados de corruptos y la implantación de la dictadura en la hacienda, bajo consignas unánimemente aceptadas como aquella del comunismo invertebrado que decía “todos los animales son iguales”. Aunque las diferencias se hacían cada vez más notorias, pues los cerdos constituían la clase dominante, los perros organizaron la policía y los burros mayoritarios, formaban las masas trabajadoras. Sin embargo, el goce del poder por los puercos empezó a mostrar ciertas preferencias, entonces la teoría oficial trocó el eslogan así: “todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que los otros”. Con esa secuencia, comencé a imaginar el denominado proceso de cambio operado en Bolivia a partir de 2006 y cuyo triste epílogo es la insuperable crisis económica e institucional que padece el país hoy en día.

1984: Bajo ese título premonitorio escrito 30 años antes —con parecida savia metafórica—, retrata el estado de no-derecho que regía en la Unión Soviética staliniana y pronostica que al cabo de unos años se convertiría en sofisticada dictadura, con justificaciones tan burdas como esa de “el hermano mayor te está cuidando”, o sea un fantasma inexistente, para paliar el asedio policial de la ciudadanía y persuadirla que, no obstante, está constantemente vigilada. Otra joya es el “ministerio de la verdad”, o sea el equivalente en Venezuela del Ministerio de Informaciones, que repite las 24 horas y por todos los medios, incluyendo altavoces, noticias ficticias que siendo la única fuente deben tomarse por verídicas, y la perla más exótica son los principios ideológicos como “la guerra es la paz” o “la libertad es la esclavitud” y “la ignorancia es la fuerza”. Este último parece prevalecer en las manifestaciones en las calles bolivianas.

George Orwell, pseudónimo de Eric Blair, murió de tuberculosis a los 46 años, casi la misma edad que el malogrado opositor ruso Alexei Navalny, y sus escritos han trascendido la flema literaria para convertirse en advertencias premonitorias del devenir político universal. En su juventud se alistó como policía colonial en el entonces Burma (hoy Myanmar), donde fruto de sus observaciones publicó Dias Burmeses, pasantía de cuatro años que lo indujo a una frenética vida sexual con prostitutas y esposas “coloniales”, como cuenta su reciente biógrafo Paul Theroux (ed. Mariner, 400 páginas), que lo dibuja como “un alma atormentada e ingenua” durante esas jornadas asiáticas. Lo que no consigna es el compromiso del autor con la libertad, porque Orwell también —en su momento— se alistó como voluntario en la guerra civil española para combatir al fascismo franquista, inspiración para su Homenaje a Cataluña.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Shanghái, la superciudad china

Shanghái es la ciudad más poblada del planeta, con más de 26 millones de habitantes

Patricia Vargas

/ 26 de abril de 2024 / 07:26

Shanghái es una metrópoli de gran desarrollo económico en China, una de las pocas cuyo pasado aún no fue arrasado por el progreso. Una realidad que invita a recorrer sus calles históricas, las cuales conservan algo de su memoria heredada. Aun así, allí tiene lugar una vida citadina terriblemente activa, lo que hace que su tejido urbano esté en constante transformación.

Esta ciudad fue considerada en el pasado (1930) como el París del Oriente. Lo llamativo es que ese pueblo de pescadores, ubicado al medio de una marisma, fue transformado de puerto comercial y control del tráfico fluvial a una de las ciudades más importantes de China. Un lugar que se enriqueció gracias al comercio del algodón proveniente del interior.

Revise: Fragmentos de vida en la ciudad

Su historia es por demás singular y relata que los ingleses, al llegar en sus buques en 1842 —después de la primera guerra del opio—, redujeron los edificios públicos a cenizas y abrieron sus ricos graneros a la población. Y fue justamente a finales de ese siglo que los asentamientos internacionales, especialmente franceses, abarcaron más de 30 km² de territorio.

En la primera mitad del siglo XX, mientras China salía del dominio imperial, la ciudad de Shanghái vivió una doble realidad: como un rico centro comercial y como el foco de una serie de luchas políticas. En 1921, el Partido Comunista chino celebró su primer congreso, y dos años después Chiang Kai-Sheck ocupó Shanghái.

Fueron tiempos en que los obreros trabajaban en condiciones de explotación en las fábricas, durante 10 o 12 horas al día.

En 1948, con la liberación de Shanghái por parte de los comunistas, se anunció la llegada del nuevo tiempo para esa ciudad. En 2008 su población superó los 18 millones de habitantes, incluidos los tres millones de trabajadores itinerantes.

Lo interesante es cómo Shanghái evolucionó hasta el punto en que hoy es considerada una ciudad vibrante que permite a sus visitantes tres cosas: experimentar el ayer gracias a que conserva los rasgos de su pasado tradicional; vivir el presente que se destaca por la dinámica de su comercio; y mirar el futuro a través de sus grandes adelantos tecnológicos, como el tren de levitación magnética y sus rascacielos de línea contemporánea.

También resulta ineludible mencionar los bellos espacios urbanos que alberga Shanghái, como el famoso Jardín Yuyuan, que se remonta a la época de la dinastía Ming y cuenta con pabellones, jardines rocosos y lagunas de sublimes características.

Sin duda, Shanghái es una ciudad particular que supo mezclar la cultura en su cualidad proyectual y para ello construyó un rascacielos, el de Pudong, que resalta el centro urbano.

De esa manera, esa metrópoli de China —que en 2010 acogió la Exposición Universal— luce hoy un urbanismo del futuro. La ciudad conocida también como la “pieza estrella” de la economía china debido a su gran crecimiento, hoy compite para consolidarse como la urbe más grande de ese país.

Actualmente, Shanghái es la ciudad más poblada del planeta, con más de 26 millones de habitantes. Un destino turístico que destaca por monumentos como el Bund y sus calles cercanas al Área Sur que son parte de la vieja urbe, pero dentro de una imagen que exalta su progreso. Todo ello refleja un pasado histórico mezclado con una vida cosmopolita, que ha tenido el talento de entrelazar pasado, presente y futuro.

Así pues, esa gran metrópoli —núcleo financiero y punto de contacto con Occidente— muestra a otras ciudades del mundo la fuerza y la vitalidad urbana de su cultura.

(*) Patricia Vargas es arquitecta

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Te hicieron daño, no por eso tienes razón

Pamela Paul

/ 26 de abril de 2024 / 07:18

Vivimos en una época dorada de agravio. No importa quién sea usted o cuál sea su política, cualquiera que sea su origen étnico, circunstancias económicas, antecedentes familiares o estado de salud mental, es probable que tenga muchas razones para estar enojado. La gente siempre ha luchado por el acceso desigual a recursos escasos. Sin embargo, nuestra cultura nunca había hecho de la reclamación una fuerza tan animadora, un juego casi obligatorio de suma cero en el que cada parte se siente como si hubiera sido abusada de manera única.

En este contexto, leer el nuevo libro de Frank Bruni, La era del agravio, es un triste asentimiento y un movimiento de cabeza tras otro. Sobre la base del concepto de las Olimpiadas de la opresión, “la idea de que las personas que ocupan diferentes peldaños de privilegio o victimización no pueden captar la vida en otros lugares de la escala”, que describió por primera vez en una columna de 2017, Bruni muestra cómo esa mentalidad se ha incorporado a todo, desde la escuela primaria hasta las instituciones gubernamentales. Atender a nuestros respectivos feudos, escribe, es “privilegiar lo privado sobre lo público, mirar hacia adentro en lugar de hacia afuera, y eso no es un gran facilitador de una causa común, un terreno común o un compromiso”.

Consulte: Momento de unidad

Tanto los individuos como las tribus, los grupos étnicos y las naciones se dividen en binarios simplistas: colonizador versus colonizado, opresor versus oprimido, privilegiado y no. En los campus universitarios y en las organizaciones sin fines de lucro, en los lugares de trabajo y en las instituciones públicas, las personas pueden determinar, presentar y convertir su queja en un arma, sabiendo que pueden apelar a la administración, a recursos humanos o a los tribunales en línea, donde serán recompensados con atención, si no hay una mejora sustancial en las circunstancias reales.

Los agraviados recurren a las redes sociales, donde aquellos que parecen ofendidos son alimentados en el abrevadero. Bruni se refiere a quienes hacen saber que algún representante de un partido agraviado está bajo amenaza como los “centinelas de la indignidad de Twitter”. ¡Listos para revolver la olla, que comience la indignación y que gane el quejoso más fuerte!

Pero incitar a la gente a una sensación constante de alarmismo distrae la atención de las malas acciones reales en el mundo. Convertir tragedias complejas en simples competencias entre quién cumple más requisitos rara vez aclara la situación.

La compulsión de encontrar ofensas en todas partes nos deja sin cesar. Cualquiera que sea su política, asume y alimenta una narrativa que se extiende ampliamente desde lo profundamente personal hasta lo grandiosamente político: desde yo y los míos hasta usted y el otro, desde nosotros contra ellos hasta el bien contra el mal.

La acritud no ha hecho más que intensificarse en los últimos años. El campo de batalla sigue ampliándose. Lo que comienza como una amenaza a menudo desemboca en protestas, disturbios y violencia física. Es difícil para cualquiera atravesar todo esto sin sentirse agraviado de una forma u otra. Pero nos perjudica a todos. Y si seguimos confundiendo el agravio con la rectitud, solo nos prepararemos para más de lo mismo.

(*) Pamela Paul es columnista de The New York Times

Temas Relacionados

Comparte y opina: