Comer bichos…
El consumo de insectos en Bolivia se da sobre todo en poblaciones rurales de áreas boscosas
Un reciente estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) indica que la humanidad debe buscar en los insectos una fuente alternativa de alimentos, debido a que muchos de estos organismos “son ricos en proteínas y grasas buenas”. También se indica que “los seres humanos consumen en el mundo más de 1.900 especies de insectos”, siendo los más apetecidos los escarabajos, orugas, abejas, avispas, hormigas, saltamontes, langostas y grillos.
Como reacción a este informe, un grupo de investigadores bolivianos dio respaldo a esta propuesta, indicando que en muchas zonas de Bolivia la población local consume algunas especies de insectos como el gusano trocho o del motacú, chonta o majo y algunas especies de saltamontes. Particularmente, cuando era niña tuve la oportunidad de ver cómo los niños de mi barrio, en la ciudad de Santa Cruz, se deleitaban haciendo freír y luego comiendo el abdomen de una hormiga grande y negra llamada “sepe culón”.
A raíz de estas noticias, pregunté a los pobladores de la ciudad de Riberalta (lugar en el que me encuentro de paso) sobre la costumbre de comer insectos. Me contestaron que ya se había perdido esa costumbre, y que eventualmente se podía encontrar a algunas personas que consumían insectos con fines medicinales.
Mientras que las personas del área rural, pertenecientes a comunidades indígenas, me indicaron que ellos consumen con frecuencia gusanos de la chonta o majo, pero también con un propósito más medicinal que alimenticio.
Previsiblemente, el consumo de insectos en Bolivia se da sobre todo en poblaciones rurales de áreas boscosas. Pues se sabe que los bosques son una fuente importante de recursos para la población, entre ellos los recursos alimenticios, ya sea que se aprovechen de forma directa o que se haya domesticado muchas especies para luego cultivarlas y producirlas en grandes cantidades, a fin de apoyar a la seguridad alimentaria de la población.
Puede ser que comer bichos, como comúnmente llamamos a los insectos y a varios otros invertebrados, nos parezca raro e incluso desagradable. Sin embargo, el hecho es que tenemos otra alternativa alimenticia que nos provee la naturaleza. Los bosques y la biodiversidad son el capital natural que sustenta nuestra vida, y siempre será factible encontrar diferentes beneficios que éstos nos proporcionan en términos alimenticios, medicinales, servicios ambientales y otros. Por estos motivos, y aunque parezca un cliché, los seres humanos tenemos que cuidar nuestro capital natural, entendiéndolo como la base que sustenta nuestra vida y nuestro desarrollo social y económico.