Razón de Estado
Con esta columna termino la serie de artículos que inicié en 1960 y a los que rotulé ¿Es o no es verdad?
No hay de qué sorprenderse si Evo Morales se empecina, y lo proclama sin rubor, en candidatear por tercera vez para presidente del Estado Plurinacional; no nos sorprende, digo, si hubo un político italiano que fue siete veces presidente del gobierno ¡ojo!, del gobierno, no del Estado, Andreotti, fallecido en Roma el pasado mes de abril; siendo así que nadie le discutirá a la Constitución italiana su cualidad democrática. Y no es que con esta referencia quiera yo justificar el continuismo que Evo Morales parece pretender.
Andreotti, democristiano hasta la médula, tuvo el valor civil de no ceder al chantaje que las Brigadas Rojas planteaban con la amenaza de asesinar al otro democristiano Aldo Moro, con quien mantenía una estrecha amistad, aunque tenía algunas diferencias dentro del mismo partido. La más significativa divergencia era que Aldo Moro planteaba un pacto entre el Partido Demócrata Cristiano y el Partido Comunista Italiano. Una alianza de convergenze parallele que contradecía lo que nos enseñaron en la escuela primaria, es decir, que las líneas paralelas son aquellas que, siguiendo la misma dirección, nunca se encuentran. ¿Era pues admisible el pacto entre cristianos y comunistas ateos?
Adviértase que hablo de los años de plomo, los años de otros terroristas, como Giangiacomo Feltrinelli, el mismo que estuvo en Bolivia, seguramente en busca de renombre en círculos de la izquierda radical latinoamericana. Con más rigor lógico que Aldo Moro, Giulio Andreotti no cayó en la trampa de las Brigadas Rojas y, aun cuando fue criticado precisamente por no ceder a la extorsión, hizo prevalecer el principio de la cuestión de Estado.
Muchos de nosotros, es decir, de mis caros lectores y de un servidor de ustedes, recordamos con estupor la fotografía del automóvil en cuya maletera los asesinos metieron el cadáver de Aldo Moro, asesinado a punta de metralleta. Puro terrorismo de la peor especie. Y, sin embargo, a pesar de lo aquí dicho, Andreotti gozaba de un humor muy fino. Una de las barzellette (chascarrillo, en castizo castellano) que recuerdo haber leído señalaba: “la humildad es una virtud muy hermosa, salvo cuando uno tiene que presentar los balances al Fisco”. Y esta otra: “El poder desgasta, sobre todo, al que no lo tiene”.
Termino. Escribí este comentario poco después de haber dejado la Dirección de la Agencia de Noticia Fides sin despedirme. Con esto termino la serie de artículos que inicié en 1960 y a los que rotulé con el desafiante título general de “¿Es o no es verdad?”. Y ahora sí que les digo adiós.