El perseguir un objetivo político internacional de gran envergadura como el acceso al mar requerirá un arduo camino; los atajos difícilmente existen en las relaciones internacionales. Por lo que entender algunos principios básicos es fundamental.

Primer principio: “Los fuertes hacen lo que tienen el poder de hacer y los débiles deben aceptar lo que tienen que aceptar”. Esta aparente tautología, escrita por Tucídides (BC 431-404), explica la noción poder, la cual es relativa. El poder no tiene mayor utilidad en sí mismo sino en lo que produce. La pregunta sobre el tema del mar es simple: ¿Bolivia tiene el suficiente poder para recuperar su acceso soberano? Una respuesta pragmática es que posiblemente no. Lo que nos lleva al segundo principio, la diferencia entre poder duro y blando.

En términos de poder duro, por ejemplo la fuerza militar y la capacidad económica, Bolivia no está a la par de Chile. Si contáramos con este tipo de poder la solución sería directa, ya que en esencia el poder duro le otorga a un país la capacidad de que el otro país haga lo que queremos, independiente de lo que el otro quiera. Asimismo, este poder es coercitivo y atrae a posibles aliados dependiendo de las posibilidades de éxito. La otra opción es el poder blando, o la capacidad de cooptar a otro país a que haga lo que queremos, pero considerando las necesidades del otro. Ejemplos de poder blando son factores culturales, el prestigio internacional, educación e ideología entre otros.

A diferencia del poder duro, el blando tiende a ser atrayente, lo que permite incorporar aliados con objetivos comunes, como podría ser el Perú.

Estos simples principios llevan a la estrategia. Los países con poder limitado, tal como lo ilustraba Tucídides, tienen opciones restringidas. Esto no significa subyugarse a la voluntad de los fuertes, pero implica buscar mecanismos alternativos. El influyente académico Thomas Schelling discute esta situación como la Diplomacia de la Violencia, donde el “poder de herir” es más efectivo que la herida en sí misma, ya que obliga a los contrincantes a buscar soluciones a fin de evitar la herida en primer lugar. Ésta podría ser una manera efectiva de usar nuestro poder blando.

Acá viene a la mente el trabajo del propio Hans Morgenthau (para muchos, el fundador de la noción moderna de relaciones internacionales), que define las tareas básicas de la diplomacia. Para él, el éxito diplomático reside no sólo en definir capacidades internas, sino también en comprender las capacidades (y poder) de los oponentes. Por lo tanto, es fundamental entender lo que Chile y Perú buscan a futuro más allá de esta disputa. Para Chile, su reciente progreso económico y político les está permitiendo construir poder blando para insertarse de una manera influyente en la arena internacional. Es ahí donde posiblemente exista una vulnerabilidad, ya que parte de su futura imagen internacional dependerá de cómo maneje nuestras demandas históricas.

En definitiva, difícilmente se encuentran atajos en las relaciones internacionales. Si bien son loables los esfuerzos de nuestro Gobierno, incluyendo la demanda en la Corte Internacional de Justicia, es importante contar con una estrategia de largo plazo, que nos guste o no, no necesariamente debe ser pública. Esperemos este trabajo de largo plazo tenga una base científica, que incluya un debate teórico serio de nuestras capacidades y las de los países afectados; que en este caso son herramientas fundamentales para la consecución de este objetivo nacional que todos anhelamos, nuestro acceso soberano al mar.