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Sillón de oro

Una exautoridad socialista chilena me confesó que Bolivia no había explotado ni el 5% de su riqueza mineral mientras que a nuestros vecinos sólo les quedaba un 40%. Pero claro, en este campo también la información es poder. Hay que saber dónde está esa riqueza, y qué posibilidades hay de extraerla.

Pasa lo propio con el gas. Sabemos que tenemos grandes reservorios, pero la pregunta es dónde. Por eso, aplaudo la iniciativa de Unasur de construir un inventario de la riqueza regional.

Además del recuento, es indispensable trabajar en estrategias de aprovechamiento y de diversificación de la economía. No vaya a pasarnos lo que ocurrió con Potosí durante la Colonia: teníamos tanta plata que en vez de construir una fuerte industria textilera importábamos ropa de Europa. A ese fenómeno los economistas llamaron enfermedad holandesa: producir sólo tulipanes y tener que importar el resto. Se cae el precio de la materia prima exportada y sobreviene la crisis.

En resumen, hay que trabajar para saber cuánta riqueza tenemos, y al mismo tiempo de explotarla y exportarla, hay que promover la generación y el desarrollo de la industria. No es un planteamiento nuevo. Ya hubo a mediados del siglo pasado la propuesta de sustituir las importaciones. Pero ahora no se puede hacer mediante decreto, sino con claros incentivos estatales.

En esa perspectiva, la inauguración de la planta separadora de líquidos en Río Grande fue la noticia del año. Y pronto vendrá la de Gran Chaco y la fábrica de urea en el Chapare. Creo también que es el momento de importar un satélite de prospección, que nos ayude a encontrar esas riquezas que están en el subsuelo o sobre él, en las montañas y en la Amazonía. Si para eso hay que gastar los recursos que están en el Banco Central, bienvenido sea.

En suma, debemos cuantificar nuestras riquezas, exportar una parte de ellas, darles valor agregado a otras, potenciar nuestro mercado interno y crear industrias para utilizar la muy calificada mano de obra boliviana. Suena fácil, pero no lo es tanto, sobre todo porque ya hay quien sabe cuánta riqueza tenemos y guarda la información con oscuros intereses: para usar nuestras reservas en el momento en que le convenga, en que se acaben otras reservas o cuando haya que hacer bajar el precio internacional.

Pero allá ellos con su política colonial, Bolivia, en cambio, debe seguir defendiendo lo suyo y explotándolo de manera planificada, para el beneficio de todos.