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Efecto colateral

La acción soberana  de llevar a juicio el tema mar no debería cerrar el diálogo sobre Silala y Lauca

/ 2 de junio de 2013 / 04:00

El gobierno del presidente Evo Morales formalizó en abril ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya la demanda contra Chile, que pretende un fallo que obligue a Santiago a negociar una salida al mar en apego a los derechos expectaticios que generó a lo largo de la historia. La demanda está en curso y se perfila que habrá resultados (entiéndase fallo) en al menos cinco años.  

Mientras tanto, y desde 2011, cuando se anunció la decisión de llevar a un tribunal internacional la causa marítima, la agenda política bilateral está congelada, con los efectos colaterales que  implica y por tiempo indeterminado. La Paz expresó estar dispuesto a restablecer las conversaciones, pero Chile dice que el acudir a instancias judiciales es un obstáculo.

El “congelamiento” del diálogo político implica posponer la retoma de las conversaciones sobre otros dos diferendos: el Silala y el Lauca.

Los proyectos para el aprovechamiento de las aguas manantiales del Silala, recurso ubicado en Quetena Chico, Potosí, y utilizado por Chile a través de un desvío hace más de 100 años, muestran que Bolivia está haciendo algo en el tema, pero no debe perderse de vista que Chile continúa usando el recurso.
Santiago aceptó pagar por el 50% del caudal hasta tanto un estudio defina la propiedad del restante porcentaje. El preacuerdo no fue ratificado por la renuencia de cívicos de Potosí, porque exigían se reconozca la deuda histórica, que no ocurrió.

Las negociaciones quedaron en nada y las aguas continúan fluyendo sin beneficio, sobre todo para los pobladores de Quetena Chico, una zona castigada por la pobreza. Y la situación persistirá porque el diálogo está congelado y todo hace pensar que el mayor aprovechamiento nacional del recurso dé una solución fáctica.

El Gobierno anunció en marzo de 2012 que además del Silala el diferendo por el desvío del caudal del río Lauca, compartido por ambos países, será incluido en la agenda con Chile. La reacción chilena tras la presentación de la demanda ante La Haya bloqueó la decisión, otro efecto colateral.

Las aguas bañan suelo chileno en desmedro del boliviano. La acción soberana de llevar a juicio el tema mar no debería cerrar el diálogo sobre otros temas de interés bilateral, y las autoridades son las encargadas de evitar daños colaterales. La contienda electoral chilena hace su parte, pero esa situación es coyuntural.

El cónsul en Chile, el general Ramiro de la Fuente, mantiene un perfil bajo, hasta el momento no se conoce públicamente qué hace o hizo por restablecer el diálogo en el resto de temas de la agenda común.

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La credibilidad

/ 18 de diciembre de 2016 / 04:00

El mayor capital que tiene un periodista es la credibilidad, independientemente del medio en el que trabaje. Y quienes lo somos debemos estar preocupados más porque este capital cale y permanezca en el imaginario de nuestra sociedad, a la que nos debemos. Además, no podemos olvidar que la población está consciente de lo que hacemos y cómo lo hacemos, por lo que somos muchas veces blanco de críticas que nos impulsan a mejorar el trabajo.

Este valor se asienta en aspectos como el ejercicio de un trabajo imparcial, que no esté contaminado con lo que uno cree o piensa. Un trabajo que logre contar con las dos versiones de un mismo hecho, aunque muchas veces es complicado cumplir con este precepto no por cuestiones del periodista, sino de la fuente. “Tú solo vas a querer la mejor versión para el lector, la más rica, la más amplia, la que le explica mejor, la que ofrece mejores conocimientos. Eso no es ser neutral, sino imparcial”, resume el maestro Miguel Bastenier en una entrevista publicada en el portal masinvestigacion.es.

Los periodistas buscamos eso, precisamente, que el lector encuentre en los textos (en los diferentes soportes) los mayores elementos que le permitan formarse una idea y tomar posición sobre determinado hecho; aunque no terminamos de ser determinantes en el entendido de que las innovaciones tecnológicas desplazaron a los medios de comunicación tradicionales y con ello, a los periodistas del centro en los modelos de comunicación. Ahora es el lector quien toma la iniciativa, lo que hace cada vez más necesario afianzar la credibilidad, porque en función de ello seremos mayores generadores de opinión.

“El deber de un periodista es informar, informar de manera que ayude a la humanidad y no fomentando el odio o la arrogancia”, explica el maestro Ryszard Kapuscinski, y añade: “Nuestros lectores, oyentes, telespectadores son personas muy justas, que reconocen enseguida la calidad de nuestro trabajo y, con la misma rapidez, empiezan a asociarla con nuestro nombre” (clasesdeperiodismo.com).

La tarea del periodista es informar con el mayor rigor posible, y si no lo hacen todos, la mayoría sí lo hace y estamos conscientes de aquello. Debemos entender que el medio no hace al periodismo, sino el periodista al medio; por lo menos así lo creo, más allá de las diferencias.
En un momento de polarización en el mundo del periodismo se hace cada vez más necesario y urgente despojarnos de las etiquetas impuestas y apostar por nuestra credibilidad como individuo y como gremio, porque quienes al final nos juzgan (con el mayor o menor acceso a nuestros productos) son nuestros públicos; lo demás es ruido.

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Nuestra Justicia

/ 17 de abril de 2016 / 04:05

Las personas hacen a las instituciones y no viceversa. Con esta frase pretendo mostrar lo que veo y espero de la Justicia a partir de las definiciones que se vayan a tomar en la próxima cumbre judicial.

En el último tiempo fueron destapados varios hechos de corrupción por casualidad, denuncia o simplemente porque ya son demasiadas las irregularidades que involucran a autoridades u operadores judiciales en consorcios con fiscales y abogados. Aquellos llamados a garantizar los derechos jurídicos del ciudadano de a pie son quienes los vulneran sin ninguna contemplación, para beneficiarse y favorecer a quien pueda o esté dispuesto a pagar. “La Justicia es para quienes pueden pagar”, otra frase que rescato de quienes son víctimas del sistema, algunos hasta se organizaron para hacer algo de fuerza y hacerse escuchar.

Seguro hay autoridades y operadores de Justicia probos, pero lo que ve la sociedad es, sobre todo, el accionar de los otros, aquellos que rifan sus fallos e inclinan la balanza al mejor postor. Esas personas constituyen hoy el Órgano Judicial, venido a menos y sumido en una crisis que motivó a llamar a una cumbre para analizar cómo salvarlo.

Tal es la crisis que la elección por voto de sus máximas autoridades no significó, a la luz de la realidad, nada en términos de cambio; por el contrario, esas máximas autoridades se sumieron en peleas internas por cargas en medio de denuncias. Esas autoridades hacen a la Justicia.

Seguro es un problema estructural, donde forman parte y tienen su responsabilidad fiscales y policías. Mientras que el ciudadano es la víctima. Hasta ahora, por ejemplo, solo se muestran estadísticas de los delitos reportados o atendidos por la Policía, pero no cuántos fueron resueltos, que seguro sería un medidor para conocer la efectividad de la institución del orden.

Los fiscales salen en su defensa con el argumento de la carga procesal, al igual que jueces, pero no ponen o proponen soluciones. Por el contrario, dan continuidad histórica a lo que cuestionan. El vicepresidente Álvaro García decía en algún momento sobre esto:  “negocian con el tiempo”.

La Cumbre Judicial es vista como una salida, ojalá sea así. Pero como vemos, no son las normas ni las instituciones las que van a cambiar, por inercia, la situación actual; es necesario un cambio de actitud o, lo más radical y quizá adecuado, un cambio de personas, un empezar de nuevo de forma progresiva para bien de una sociedad que hasta el momento es víctima de un sistema perverso, operado por, paradójicamente, quienes deberían cambiarlo. Las personas hacen a las instituciones y no a la inversa.

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Violencia de género

/ 22 de febrero de 2015 / 04:00

Desde marzo de 2013 rige en Bolivia la Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia, norma que prevé una serie de medidas para prevenir y combatir la violencia machista, entre ellas incorpora en la normativa legal la figura penal del feminicidio, con una pena de 30 años de cárcel sin derecho a indulto. Los medios de comunicación también juegan su rol, pero en muchos casos sin tomar en cuenta principios básicos como la protección a la víctima.

Como resultado de diferentes campañas orientadas a perder el temor y denunciar al agresor, las víctimas acuden a oficinas de la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCV) para denunciar y abrir una causa. En 2014 fueron atendidos 33.000 casos de violencia.

La problemática está en la agenda de los medios de comunicación y es central que permanezca como factor de visibilización para encarar con nuevas ideas e iniciativas el desafío de frenar la violencia. No obstante, es preciso reflexionar sobre cómo enfocamos la información y el porqué diversos medios televisivos difunden imágenes de las víctimas con golpes en su rostro o cuerpo, en algunos casos incluso rodeadas de sus hijos.

Las normas y la ética nos llaman a evitar la “revictimización” con imágenes, identificando a la víctima con nombre y apellido, o con comentarios a modo de información fuera de lugar. Escuché a un periodista al presentar una nota sobre casos de violencia decir: “En vez de pedir disculpas, se quedó con la mujer con la que engañó a su esposa”.

En las últimas semanas fue recurrente ver en medios televisivos notas sobre violencia de género con imágenes de las víctimas y de sus golpes, además de una interpelación periodística sobre las circunstancias y causas de lo ocurrido. Si era la primera vez o por qué no lo denunció antes. Pocos evitaron mostrar el rostro de sus entrevistadas.

El parágrafo 3 del artículo 23 de la Ley 348 establece: “Difundir informaciones relativas a la violencia contra las mujeres de forma objetiva, precautelando la defensa de su autonomía, libertad, dignidad, privacidad y derechos, de sus hijas e hijos, restringiendo toda exposición gráfica que constituya humillación, exposición pública y/o degradante”.

La periodistas y los medios de comunicación son vitales en la visibilización y en hacer frente a esta problemática; sin embargo, la información, cuidando no revictimizar, por sí sola no ayuda, debe estar acompañada, y podemos hacerlo, de la concientización sobre los daños y sus efectos en el entorno, principalmente familiar y social. Evitemos vulnerar derechos de las víctimas.

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