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Libros

Hay libros y libros. Libros, algunos de ellos, que te dejan una marca para toda la vida. Por ejemplo las Iluminaciones II de Walter Benjamin, que lleva el título de Poesía y capitalismo. En él estudia el gran filósofo judío-alemán a Charles Baudelaire y a su París del siglo XIX, al que denomina “capital del siglo XIX”. Una se queda en cada página un buen rato, no sólo desentrañando las muchas conexiones políticas, culturales, literarias, ideológicas que va haciendo el autor, sino gozando del estilo de su escritura, de la inteligencia y agudeza feroz de su perspectiva.

Lo mismo pasa con Historia nocturna del historiador italiano Carlo Ginzburg. Yo leí la edición de los 80, que subtitulaba “un desciframiento del aquelarre”. Ahora, he visto que lo han cambiado a “las raíces antropológicas del relato”, no sé siquiera si es el mismo libro. En todo caso, la que yo leí dejó una huella enorme en mí. Sigue con un detalle y una erudición que asombran el desarrollo de las nociones de brujería que construye occidente (Europa) a través del terror hecho ley: el que producía la mujer y ciertas prácticas no muy ortodoxas de adoración a diosas femeninas muy antiguas y de curación. Qué estudio maravilloso de la elaboración de una alteridad (las prácticas heréticas femeninas) en torno a la cual se movió todo un mundo durante siglos. Su El queso y los gusanos es igualmente fascinante.

Otro del que saqué un millón de cosas es Viena fin-de-siècle de Carl Schorske, ese magnífico historiador de la cultura americano. En este libro se encuentra la historia densa de una ciudad —su cultura, su política, su literatura, su arquitectura, su arte—, en gran medida a través de las grandes personalidades vienesas del siglo XIX: Schnitzler, Hofmannsthal, Freud, Klimt, Kokochka y Schoenberg. Pero no solamente son estas personalidades: son el arte de la jardinería, el diseño de la ciudad (reconstruida por la gran burguesía con el modelo haussmanniano) y la política que también diseñan el libro. Se trata de una mirada abarcadora y erudita sobre una ciudad, un tiempo, una cultura en el sentido más amplio.

Y, por último, Lo nacional-popular de René Zavaleta (del que ayer recordábamos el natalicio), que con similar erudición y eximio estilo de escritura nos entrega una de las visiones más complejas que se hayan escrito sobre nuestro país. Como Benjamin, Ginzburg, Schorske, la erudición de Zavaleta es extraordinaria, así como la capacidad de abarcar no sólo el tema político, que finalmente era lo suyo, sino de diseñar para el lector la fibra más profunda de una cultura, de una historia, de una forma de pensar y vivir en el mundo. Como pocos, el libro de este pensador boliviano ha marcado centralmente cómo nos pensamos.

Seguiremos, creo, con este listado amoroso de los libros que han calado hondo.