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Conalde electoral

Resulta por demás saludable y alentador que el gobernador cruceño, Rubén Costas, esté impulsando con tanto ímpetu la formación del Movimiento Demócrata Social (MDS) como opción partidaria para las elecciones generales 2014. Así, lo que en el terrible 2008 —el año que vivimos en peligro— era acción directa con vaho separatista, un lustro después se (re)presenta como fuerza política de una oposición dispuesta a competir por vías institucionales. Buena noticia para el pluralismo político y la democracia.

Esta apuesta electoral de Costas y sus Verdes recargados expresa, al menos, tres avances significativos en comparación con aquellos furiosos prefectos de la “media luna” que, desde sus torres/territorios, convocaban referendos ilegales y alentaban —o al menos consentían— la toma violenta de instituciones públicas. El primer avance es precisamente abandonar el golpismo para terciar en la arena democrática. No es un dato menor que hoy sean fervientes defensores de la nueva Constitución cuando hicieron lo (im)posible por abortarla.

El segundo avance del naciente MDS tiene que ver con la aspiración, en sus palabras, de “sacarse la camiseta regional para ponerse la camiseta nacional”.

Más allá de colores, camisetas son camisetas. Y proclaman identidades. Así, no es casual que la bandera autonómica, que en el pasado reciente se izó en clave de trinchera con cabildo, hoy forme parte, a saber, de una agenda más amplia. ¿No debemos celebrar esta mutación en quienes estuvieron dispuestos a dividir el país en defensa de sus rincones y privilegios?

Y el tercer avance de este proyecto electoral radica en configurar una alternativa para la oposición política heredera de la partidocracia, tan huérfana de propuestas y tan necesitada de renovación y liderazgos, sin (casi) nadie que les crea ni les publique sus (s)obras completas. El Movimiento Demócrata Social ha asumido su camino sin esperar las encuestas cementeras para definir quién es “el” candidato, ni demandar amnistía para la manfredumbre, ni soñar con el indio bueno capaz de ganarle al indio malo…, etcétera.

Ahora bien, pese a estos avances, el futuro partido podría tropezar con un serio problema de ligaduras de origen. Con los ex. Y es que si uno ve su primera línea no puede sino pensar en el extinto Conalde (Consejo Nacional Democrático). Ahí están Costas con el exgobernador de Beni y la exprefecta de Chuquisaca. Peor todavía: dicen que el ex de Tarija (hoy refugiado/prófugo en Paraguay) es parte del alto mando del movimiento. Falta que rescaten al ex de Pando para completar el olvidable quinteto.

Hay quienes, en el núcleo Branko de Santa Cruz, ven a Rubén Costas como un moderado, funcional a la hegemonía del MAS o, incluso, como el traidor a la causa del “Estado binacional confederado”. Dicen que por sus escrúpulos fueron derrotados en el crucial 2008. Aseguran que no se animó a dar el paso decisivo para la conformación de un gobierno departamental (de facto) con base en sus estatutos (inconstitucionales). Desconfían de su convivencia con el Gobierno “autoritario y centralista”. Lo acusan de haber arriado, en fin, las banderas autonómicas.

Por ello, resulta al menos contradictorio que el todavía incipiente Movimiento Democrático Social se perfile, en su composición, como una reedición incorregible y aumentada del Conalde. Con renovado discurso, cierto, pero iguales (in)certidumbres. Como si de verdad estuviesen atados, por alguna lealtad, a esa historia medio lunática que fracasó hace cinco años. Como si la necesitaran para dar el “salto nacional”. Como si no tuviesen mejores cimientos. Como si vivieran condenados, con culpa, a quedarse verdes-blanquitos-verdes.

Tan lejos y tan cerca. Faltan todavía 18 meses para las próximas elecciones generales y las novedades son pocas. El MDS, libre del lastre-Conalde, podría ser una de ellas. O no. Lo sabremos en agosto de este año. Lo sabrán en diciembre del próximo.

Es comunicador.