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Londres

De no haber nacido Sofía, mi nieta, en Londres, quizás no hubiese conocido de cerca a este país europeo que se caracteriza por el estricto cumplimiento de la hora, lo que contribuye a que el sistema económico y social sea rigurosamente eficiente. La experiencia en Inglaterra me permite compartir las siguientes reflexiones.

Con los más de ocho millones de población urbana, Londres es la segunda ciudad más poblada de Europa. El censo de 2011 evidenció que cerca del 55% de la población londinense llegó de otros países. Esta inmigración internacional hace de esta ciudad un tejido social, fuertemente diferenciado, de mujeres y hombres procedentes de lejanas naciones y variadas culturas. Son alrededor de 33 grupos étnicos los que conviven y más de 300 idiomas los que se hablan en la capital británica. No existe uniformidad, pero sí una coexistencia armónica. Londres se ha ganado el apelativo de “el  mundo en una sola ciudad”. Se trata definitivamente de una gran urbe cosmopolita.

Inglaterra es el resultado de una larga historia de inmigrantes irlandeses, chinos, judíos y de las antiguas colonias de la India, que fueron configurando sus propios barrios y comunidades. Reflexionando sobre lo que ocurre en nuestro país, cabe plantearse la siguiente pregunta. ¿Por qué aquí la pluriculturalidad coexiste armónicamente y las barreras étnicas se van diluyendo, por lo que se observa es una sociedad altamente cohesionada?

La respuesta es ciertamente compleja. Indudablemente, el elevado nivel educativo permite producir y construir ciudadanos tolerantes, permisivos y respetuosos del otro diferente. Por otra parte, es probable que el cobro de elevados impuestos, que todos los residentes deben cancelar sagradamente, integre socialmente a la población, teniendo la certeza de que estos recursos redundarán en servicios de salud, educación de alta calidad y en el mantenimiento de sus grandes parques y espacios públicos.

Esta situación difiere enormemente respecto a lo que acontece en Bolivia, porque en una coyuntura como la que se vive en el país, los conceptos de cohesión, integración, unidad y mestizaje no son políticamente correctos; y en cambio cobran fuerza —en su lugar— otras concepciones como división, fronteras y confrontación entre los bolivianos, bajo la consigna de “divide y vencerás”.

En consecuencia, es deseable reconsiderar la plurinacionalidad del Estado boliviano que no significa uniformidad, pero que sí debe conducir a la unidad y la coexistencia armoniosa entre diversos, en un marco respetuoso de los derechos de todos los bolivianos.