Romper el termómetro
Si los precios no pueden subir más allá de cierto límite, se generarán mercados negros.

Póngase en el caso de que un niño esté con una fiebre alta, como se diría corrientemente, que esté volando en fiebre, y que el médico recomendara romper el termómetro. Lo mínimo que uno podría pensar es que el médico ha perdido la razón o, con mayor certeza, que es un psicópata. Sin embargo, cuando algunos de mis colegas economistas deciden destruir los instrumentos que nos dan señales del estado de salud de la economía, se los considera como destacados profesionales que pretenden el bienestar de los más necesitados.
Los precios no son otra cosa que señales respecto a la escasez de los bie-nes o, para mayor rigurosidad, son señales sobre el costo de oportunidad que se incurre en la producción o compra de cierto bien o servicio. Si se interviene en estas señales, si se rompe el termómetro, intentando con ello beneficiar a los más desposeídos, el resultado será tremendamente perverso, y los impactos negativos recaerán justamente en aquellos a los cuales se buscaba favorecer.
Supongamos el caso de que fijara el precio máximo de venta de la carne de pollo. Lo primero que ocurrirá es que aumentaría la demanda de este producto, simple y llanamente porque los consumidores sustituirán el consumo de otros tipos de carne por el pollo, así como también por el hecho de que, en el corto plazo, aquellos hogares de bajos ingresos que no podían consumir este producto ahora sí se constituirán en demandantes efectivos. Sin embargo, al muy poco tiempo, se reducirán las existencias de las empresas productoras de pollos, generando escasez y presiones a la elevación de los precios. Al mismo tiempo, los productores verán reducidos sus beneficios, y las empresas marginales saldrán de la producción, incluso aquellas que mantienen todavía beneficios positivos pensarán en cambiar de rubro, lo que reducirá la oferta y agudizará la escasez.
La inexorable ley del equilibrio de mercados nos dice que, cuando se presenta una situación de escasez, los precios suben. Si los precios están regulados y no pueden subir más allá de cierto límite, se generarán mercados negros. Estos mercados, por su naturaleza, son tremendamente especulativos y fijan sus precios muy por encima de aquellos que se establecerían en mercados libres. Como resultado, el pollo desaparecerá de los mercados y su comercialización en los mercados negros tendrá precios muy superiores a los establecidos por la autoridad reguladora. Los únicos que podrán comprar carne de pollo serían los más ricos, mientras que los pobres, a quienes se buscaba favorecer, verán desaparecer el pollo de su mesa familiar.