Santo y Sol
El Inti Raymi y San Juan expresan tanto la diversidad como las antinomias culturales en Bolivia
Los rituales del Inti Raymi y de San Juan expresan tanto la diversidad como las antinomias culturales en Bolivia. Extrañamente ambos tienen un mismo origen, propio de tradiciones precristianas —mal llamadas “paganas” (sic)— y se asocian a la adoración al Sol por su rol en la vida y la reproducción. Celebraciones propias de sociedades agrarias, donde los mitos escatológicos están mancomunados con la celebración de la naturaleza. El Sol no debía extinguirse nunca y su tiempo debía reproducirse circularmente, con la repetición de los elementos que conforman el principio y el final. Mircea Eliade habla por ello del “Eterno Retorno”.
Es sabido que el Inti Raymi fue un importante rito incaico para celebrar el solsticio de invierno, pues marca el inicio de esa estación. Junto con el Cápac Raymi, el solsticio de diciembre constituía la fiesta religiosa más importante dedicada al Sol. En la plaza Huacaypata, en el Cuzco, se desarrollaba la ceremonia principal, con música, danzas y sacrificios, que se replicaban por los cuatro suyus. Se dice que la última celebración del Inti Raymi ocurrió bajo el mandato de Manco Inca, en 1535, pero lo cierto es que fue el reformador —y verdadero constructor del sistema colonial— Francisco de Toledo quien la prohibió en 1572, por considerarla una manifestación “pagana” y atentatoria a la verdadera y única fe: la católica. Seguramente allí se introdujo la festividad de San Juan, y se agregó la adoración al Sol a las celebraciones que debían ser extirpadas, dentro de una perspectiva evangelizadora.
Pese a que cronológicamente San Juan (el 24) no concuerda con el solsticio (el 21), los españoles lo usaron para combatir al Inti Raymi. Ellos implantaron también, dentro de su calendario litúrgico, el nacimiento de Cristo en lugar de la celebración del Cápac Raymi, recurriendo a la práctica de sobreponer fiestas católicas a los antiguos ritos. Habilidad que habían usado antes en España contra los musulmanes.
Extrañamente, el mismo proceso de combate y suplantación había ocurrido con la primigenia ritualidad de la fiesta de San Juan, el Bautista. En España, la festividad se celebra —y celebraba— con grandes fogatas, que, pese a su ropaje cristiano, recuerdan los elementos purificadores del Sol. Ahí se denota que su origen se remonta a los pueblos celta-ibéricos o quizá griegos, pero siempre vinculado al solsticio (esta vez de verano) y de adoración al Sol, de modo similar al mundo andino. Otro elemento simbólico que entraba en la festividad era el agua, como parte de la naturaleza y de la purificación. Sin embargo y posteriormente, la fiesta para cristianizarla fue trasladada al 23 o 24 en la noche, y fue asociada al rito bautismal por el agua y al anuncio, enunciado por Juan el Bautista, del advenimiento de Jesús. En Bolivia todavía en el siglo XIX tardío, el agua —junto al fuego— era un dispositivo en San Juan.
Las reformas coloniales y republicanas, en su vértice evangelizador, no pudieron extirpar de raíz la ritualidad indígena, y ella sobrevivió, incluso durante el mismo San Juan, aunque velada y como forma de resistencia, bajo un ropaje sincrético y una (re)significación dentro de una cristianización sólo aparente. De ahí que desde 2010, al celebrar oficialmente el Inti Raymi, se produzca una (re)conciliación con el pasado vivo, que por ello mismo en Bolivia se escribe siempre en clave de presente.