Icono del sitio La Razón

Malsana resignación

Como he narrado en algún artículo anterior, estamos realizando el esfuerzo de poner en marcha una empresa para producir pan de Índice Glicémico ultra-bajo en el norte de Chicago. Habíamos realizado todos los análisis que recomiendan los estudios de mercado convencionales, y naturalmente el potencial en los EEUU para un producto como éste era casi infinito. Hay 80 millones de prediabéticos y casi 20 más de diabéticos. En este país se gasta el equivalente del PIB de varios países latinoamericanos sólo en el tratamiento de esta condición. Yo considero que no es una enfermedad, sino una respuesta programada genéticamente a una alimentación súper refinada en la que simulamos en nuestro plato, la comida de los micos frugívoros, sin su ejercicio, mientras consumimos ese tsunami tres veces al día.

 Mi descubrimiento extraordinario y sorpresivo fue, hace siete años, cuando una nutrición en la que se reemplazaran todos los carbohidratos refinados de nuestra dieta cotidiana por carbohidratos de altísimo peso molecular (es decir aquellos de las semillas y raíces ancestrales que modificamos genéticamente en estas últimas 500 generaciones de agricultura), no sólo se podía controlar y reversar la diabetes t2 (90%), sino también ocurría toda clase de cambios inimaginables en nuestro sistema cardiovascular, nuestro peso y el sistema inmunológico.

Con la certeza de estudios clínicos llevados a cabo por laboratorios controlados por la FDA, nos lanzamos a la aventura de este emprendimiento. Al comenzar nuestras degustaciones en los supermercados que están distribuyendo el producto encontramos un fenómeno inimaginable: el pan súper-saludable les interesaba diez veces más a los sanos que a los diabéticos; gente joven, deportistas y una nueva clase social que lo que busca es prolongar su existencia con salud en su estilo de vida, como el bien más preciado. Los diabéticos en centenares de entrevistas nos revelaron que no sólo están resignados a una muerte próxima, costosa y dolorosa, sino que están entregados a un sistema de salud que les garantiza el cuidado médico, la esclavitud de las inyecciones de insulina y la esclavitud mucho mayor de la diálisis sanguínea cada dos o tres días. Es una resignación equivalente a la de aquellos a los cuales se les ha diagnosticado un cáncer terminal. Saben que su vida se acortó con dolor y que con insulina pueden seguir engullendo la misma comida que los enfermó. No está claro aquí que la insulina es una hormona múltiple que interviene no sólo en el metabolismo del azúcar sanguíneo, sino también en la fijación artificial de grasa en las células del cuerpo, causante de muchos problemas arteriales y la obesidad generalizada que aqueja a esta nación.

En resumen, acá los sanos quieren seguir siendo sanos y los enfermos consideran que están siendo bien guiados hacia una muerte segura.