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Áreas protegidas

No cabe duda de que la percepción sobre las áreas protegidas ha cambiado. Hace 20 años, la noción sobre su existencia estaba asociada con sitios de baja presencia humana, alta biodiversidad, considerable investigación científica y oportunidades de turismo. Hoy, son percibidas más bien como oportunidades para conservar servicios ambientales clave (como el agua), continúan siendo vistas como sitios estratégicos para desarrollar el turismo, y en otros casos son percibidas como áreas con poca gente “que hay que ocupar” y destinar a fines más “útiles”.

Como ocurre en gran parte del mundo, en Bolivia las áreas protegidas han sido reconocidas como la estrategia más exitosa de conservación de la biodiversidad. La mayoría de las áreas protegidas, así como las más extensas, fueron creadas o ampliadas recién durante la década de los 90s (por ejemplo Madidi, Noel Kempff Mercado, Kaa-Iya, Pilón Lajas, Otuquis, entre otras), respondiendo al cumplimiento de Bolivia de los acuerdos emanados de la firma y ratificación del Convenio sobre la Diversidad Biológica de 1992.

La concepción del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), la creación del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) y el inicio y fortalecimiento de la gestión de las áreas nacionales fueron los siguientes pasos y logros que cerraron el siglo XX. ¿Qué avances se han logrado durante este nuevo siglo?

Ciertamente el contexto y las prioridades han cambiado. La deuda histórica de una ley específica marcó el inicio del nuevo siglo. La creación de nuevas áreas protegidas ya no es vista como una prioridad nacional, nicho que ha sido cubierto por los gobiernos departamentales y municipales a través de la creación de áreas protegidas subnacionales (departamentales y municipales, respectivamente). La posible construcción de la carretera por el TIPNIS, sin duda, creará un antes y un después. Recientemente, con el anuncio de que YPFB explotará petróleo y gas natural en áreas protegidas, el futuro de aquellas zonas ubicadas en sitios “estratégicos” (TIPNIS, Aguaragüe, Pilón Lajas y Madidi) no deja de ser incierto.

Entre los grandes desafíos de los años que vienen está el definir y establecer mecanismos de articulación entre las redes subnacionales emergentes y el SNAP. Por otro lado, y quizás más importante será transparentar la discusión y aprobación de los temas vinculados con las actuales y futuras áreas protegidas. Sólo así podremos hacernos un juicio sólidamente fundamentado sobre las decisiones que se toman sobre su futuro.