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Torpeza diplomática

La situación experimentada por el presidente Morales tras la negativa a utilizar el espacio aéreo de España, Francia, Italia y Portugal, razón por la cual estuvo 13 horas en Viena, se trata de una situación inefable que evidencia del doble rasero que existe en las relaciones diplomáticas.

Un doble rasero que no se corresponde con la intención birregional de la Unión Europea con América Latina que, como quedó de manifiesto en la reciente Cumbre Celac-UE, acontecía el propósito de mayor proximidad, entendimiento y horizontalidad.

Hechos como el que tuvo lugar la semana pasada sirven para contribuir los estereotipos que desde hace unos años vienen dificultando la intención de aproximación europea con América Latina y que dejan entrever una importante torpeza diplomática del lado del viejo continente.

La rocambolesca situación no se entiende sino como un impulso de solidaridad con Washington en la cruzada contra Edward Snowden, pues se especulaba que el exagente de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos (NSA) viajaba en su compañía. Así, al doble rasero y a la torpeza diplomática hay que añadir un servilismo, más incoherente si cabe, si se trae a colación que es Estados Unidos, afectado por las revelaciones del fugitivo, ha vulnerado las normas diplomáticas al permitir el espionaje sobre cientos de altos dirigentes europeos.

Y es que la torpeza de la Unión Europea en política exterior es una constante preocupante. Los mecanismos de univocidad que planteó el Tratado de Lisboa apenas han contribuido a unificar un posicionamiento que, en el fondo, queda orientado a la renacionalización. En el caso particular con América Latina, acontecimientos como éste no son ni mucho menos banales.

No puede ser que las cumbres presidenciales birregionales, especialmente las dos últimas (Madrid y Chile), se configuren como espacios prometedores de entendimiento, con importantes logros, y que después, hechos como éste evidencien lógicas más próximas al paternalismo y las relaciones centro-periferia. Sobre todo, porque la realidad, en este orden geopolítico de la posguerra fría enmarcado por la crisis financiera de los países del centro, invita cada vez más a todo lo contrario.

En definitiva, es una evidencia más de la reiterada incapacidad en política exterior de la Unión Europea. Una política exterior que debiera atender y entender mejor las relaciones con América Latina y, de paso, con Estados Unidos.