Trece horas en Viena
Europa ha abierto una brecha muy grande con el sur a partir de una actitud calificada como soberbia
Lo acontecido el 2 de julio cuando el avión presidencial que llevaba a bordo al Presidente de Bolivia y a una delegación oficial desde Moscú hasta La Paz y que tuvo que aterrizar de emergencia en la capital austriaca (Viena) muestra el grado de degradación de las normas y principios que sustentan el Derecho Internacional, cuando gobiernos de países poderosos asumen que pueden sobrepasar convenios internacionales como el de la inviolabilidad de naves de transporte civil o de la inmunidad de jefes de Estado.
A partir de este grave incidente, durante toda la semana se han producido una cantidad de hechos noticiosos dignos de comentario y de los que surgen más preguntas ¿por qué Francia, la nación campeona en la difusión del Derecho Internacional y en el respeto a los derechos del hombre y del ciudadano, actuó de esa manera? ¿Por qué el embajador de España en Austria se involucró de manera directa en la intención de “revisar” la nave presidencial? ¿Cuáles eran las razones técnicas que arguye Portugal que le impidieron otorgar permiso de sobrevuelo? ¿Por qué los gobiernos de esos países no emitieron disculpas por medio de sus jefes de Estado luego de producidas las erradas decisiones?
Bolivia y el presidente Morales han cosechado por su lado una enorme adhesión internacional y especialmente en la región. Los pronunciamientos de Unasur, de la OEA y de varios jefes de Estado y gobierno permiten constatar que la indignación se generalizó. La mejor muestra del termómetro de la diplomacia internacional se la encuentra en la OEA, donde sólo Canadá y Estados Unidos se abstuvieron de apoyar explícitamente al Presidente boliviano, y condenar a los países europeos por su accionar el 2 de julio.
Si se revisa la prensa europea, se puede también colegir que las acciones de los gobiernos de los países aludidos fueron criticadas, aunque con diversos matices. Y los analistas continúan escribiendo sobre las consecuencias de este impasse que no afecta sólo a Bolivia, sino a toda Latinoamérica. La conclusión ha sido unánime, Europa ha abierto una brecha muy grande con el sur a partir de una actitud calificada de soberbia y poco meditada. Aunque conviene destacar la postura del presidente de Austria, Hanz Fischer, quien acompañó personalmente al presidente Morales durante las 13 horas de su estadía no programada en Viena.
El trasfondo de lo sucedido es por supuesto la presión estadounidense para que el exfuncionario de la NAS Edward Snowden sea extraditado a los Estados Unidos. Y la Unión Europea, que precisamente ha iniciado conversaciones formales con Washington el 8 de julio para lo que sería un área de libre comercio UE-EEUU, parece haber privilegiado esa relación y arriesgado la que tenía con Latinoamérica, al punto de generar una fractura que será difícil de componer.
A propósito de Snowden, de quien aún no se sabe si aceptará el asilo que le concedieron varios países latinoamericanos, sus revelaciones han calado muy hondo en la sociedad europea, que, a diferencia de sus gobiernos, asume que las odas y proclamaciones a la libertad y a la intimidad se encuentran en serio riesgo, si es que los gobiernos de los países poderosos, cualquiera sea la razón que arguyan, instalen redes de espionaje masivo como la que ha develado precisamente Snowden. El debate sobre los alcances del entramado de inflitraciones con el fin de espiar a gobiernos, embajadas y personas no tiene precedente (ni siquiera en la etapa de la Guerra Fría), y ante la expansión de la tecnología, parece ser que el reino de la intimidad y el derecho a la inviolabilidad serán cosas del pasado. ¿Cómo afrontará esta nueva realidad el Derecho Internacional?