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Costurando sueños

Costurando sueños, así titula uno de los tantos libros que Sidney da Silvia, intelectual brasileño, ha escrito sobre la realidad de los inmigrantes bolivianos en Brasil, principalmente en la ciudad de Sao Paulo. En ese texto, Da Silvia afirma que los bolivianos cargan como una cruz en la espalda el estigma de esclavo-inmigrante-ilegal, marca que los medios de comunicación les han atribuido, y la mayoría de los brasileños ha internalizado como cierta.

Los desplazamientos humanos son un hecho social, que históricamente se constituyen en parte importante de la reproducción de un sistema social económicamente determinado. Este fenómeno ocurrió de manera abrumadora durante la Colonia, época en la que el sistema económico se sustentaba en el trabajo esclavo y en los desplazamientos forzados. Decenas de miles de personas eran trasladadas cientos de kilómetros para entrar a las bocas de las minas, semejantes a los leviatanes de la pintura colonial, demonios que se tragaban a millones de indígenas que sacrificaron sus cuerpos y almas en la empresa colonial española.

Las reformas de 1952 también produjeron un fuerte flujo migratorio indígena rural-urbano en el país, tanto local como internacional, principalmente rumbo a la Argentina. Posteriormente, la hiperinflación durante la época de la UDP y luego los efectos laborales del Decreto 21060 incrementaron el periplo migratorio hacia el país vecino y hacia otros destinos, principalmente Estados Unidos, Europa y Brasil.

En 2006 murieron seis personas calcinadas en un taller textil de Buenos Aires; y el pasado 28 de junio, un niño boliviano de cuatro años fue asesinado en Sao Paulo por un asaltante. Estos dos acontecimientos visibilizan de la manera más cruel una realidad que miles de bolivianos sufren cotidianamente, al constituirse en el último eslabón de la cadena productiva, indocumentados sin derecho alguno.

La actualidad nos muestra que, debido a la profunda crisis financiera que se inició en Europa en 2008, los desplazamientos migratorios apuntan a otros lugares de destino, en busca de una vida más próspera, con base en la superación económica. Argentina sigue siendo uno de estos destinos, pero definitivamente Brasil es el país que los migrantes ven con mejores posibilidades para lograr estos objetivos, donde seguirán costurando sus sueños, a pesar del estado de servidumbre al que saben que están destinados, envueltos en la violencia simbólica que representa el existir en una situación de ciudadanos de segunda clase.