El largo plazo
Un largo plazo ‘alentador’ empieza con acciones inmediatas que maduran en el tiempo.
Los economistas consideran al crecimiento sostenido del PIB como condición para el desarrollo de un país y el bienestar de su población. Al respecto caben dos preguntas que los ciudadanos se hacen, cuyas respuestas en muchos casos son difusas. ¿Cómo lograr que el crecimiento sea sostenible en el largo plazo?, y ¿cómo distribuir los réditos de manera equitativa?
Lo cierto es que, cada vez que un economista pretende dar una réplica consistente, recurre al largo plazo como temporalidad mágica y horizonte de esperanza. Sin embargo, un largo plazo “alentador” comienza en el presente, con acciones inmediatas, que madurarán en el tiempo y sus resultados serán fruto de la certeza o yerro de quienes asumieron la responsabilidad de tomar tales decisiones.
La respuesta a la interrogante sobre cómo lograr que el crecimiento sea sostenible se basa fundamentalmente en la visión de país y la capacidad de diseño de políticas de Estado consistentes, que puedan tener los gobernantes. Una vez definida la meta, el trayecto se traza en función de los recursos y herramientas disponibles. En este sentido, Bolivia ha alcanzado un crecimiento promedio del PIB del 5% durante los últimos cinco años, y el reto es que este logro además de sostenible sea distribuido equitativamente.
Este resultado inédito en la historia económica boliviana fue alcanzado por la decisión política de recuperar el control del sector hidrocarburífero por parte del Estado. Ahora, a partir de esta acción que brinda los recursos, queda por definir el tipo de país que se pretende construir. El anhelo es tener un país industrializado, diversificado y con capacidad para generar empleo permanente y justamente remunerado. No existen recetas infalibles para ello, sino la necesidad de proyectar un país que invierta en el sector productivo de transformación, en función a sus ventajas productivas y competitivas.
La inversión pública y privada debiera focalizarse en sectores económicos que sean capaces de generar excedentes y trabajos dignos. Por lo que es indispensable brindar/blindar con seguridad jurídica y reglas del juego claras a la futura inyección de recursos. La promoción del desarrollo contempla también una redistribución sostenible y equitativa de la riqueza. Pero no debiera ser el rentismo la única manera de efectivizar esta redistribución, sino que además —y sobre todo— se debería orientar hacia la ampliación y mejora de la productividad y la capacitación del capital humano boliviano.
Sí es posible pensar en un país empresarial hidrocarburífero, minero, agroindustrial, maderero, turístico y hasta gastronómico. El reto es tener la voluntad de concurrencia de todos los sectores involucrados, y estar dispuestos a contribuir con lo que a cada uno le corresponde, sin mezquindades ni cálculos sectoriales, porque el riesgo de no hacerlo puede traducirse en desesperanza e indignación.