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Nuestro nombre está prohibido

Ser feminista nunca fue fácil ni popular en nuestro país. Los estigmas sobre nosotras han estado siempre a la orden del día, tratando de amedrentarnos y arrinconarnos en el lugar reservado para las niñas buenas.

Pues el caso es que no se puede ir contra natura; y árbol que nace doblado, ama su propia entereza. Nosotras, feministas comunitaria, pensamos y creamos sin pedir permiso de nadie. En este proceso político de nuestro pueblo hemos florecido de color lila, como la flor de la papa. Hemos posicionado a nivel internacional una corriente propia, el Feminismo comunitario, que hoy seduce a otras mujeres y a otros colectivos en todo el continente. Es un feminismo que se plantea desde la dignidad y la autonomía de nuestros pueblos en su liberación anticolonial, antiimperialista, pero fundamentalmente en su liberación antipatriarcal, que es aún más profunda que las dos primeras.

Desde 2006 nuestro feminismo comunitario se consolida dentro del proceso de la nueva Constitución. Una vez derrotadas las políticas económicas neoliberales, viene la tarea de derrotar el pensamiento y las prácticas neoliberales; y eso es más difícil, tarda más. En ese camino nos enfrentamos con la mediocridad de quienes creen que nada nuevo se produce en el país, y muy facilonamente desempolvan sus teorías neoliberales, y allá donde decía equidad de género le ponen despatriarcalización y creen que con eso ya se pusieron de moda de nuevo. Esa es toda la bibliografía de despatriarcalización presentada hasta el momento. Enfrentamos el manoseo colonial y neocolonial que hoy tiene colmos que queremos denunciar.

Sucede que en esta semana, entre otros libros, se presentó uno que fue escrito por una intelectual italiana, radicada en México, quien desde su pensamiento colonial ha escrito y manipulado nuestro pensamiento a su mejor conveniencia y angustia existencial. Y es que no se puede concebir que un pensamiento lucido, creativo y propositivo pueda salir de mujeres aymaras, y en un proceso político de un “paisito” como Bolivia.

Como creen que el derecho a pensar pertenece a las clases dominantes y a los países coloniales, como Italia, ahora resulta que se esfuerzan por tapar nuestros libros y nuestro pensamiento, poniendo encima su libro gordo de Petete. Para colmo, se lo presenta en Bolivia con el apoyo de un grupito de mujeres llunkus, dizque intelectuales bolivianas que se prestan a esta tarea ordenada por su patrona occidental, presurosas de ser avaladas por la Doctora, con la prepotencia de hablar de nosotras sin nosotras.

Así como cortaron en pedazos el cuerpo de las abuelas para borrar sus luchas, hoy pedacean nuestro pensamiento, para legitimar a la indígena permitida y prohibir el nombre de las rebeldes. Ellas, las llunkus, sin haber puesto el cuerpo por el feminismo en estas tierras, es más, negando ser feministas, dizque deciden qué parte del pensamiento avalan y cuál no. ¿Ellas van a decir quién es feminista valida y quién no?, ¿y qué parte de nuestro feminismo sería pasable? Es el colmo su colonialismo, prepotencia, arrogancia e ignorancia. ¡Ubíquense pues!