Sabía usted que las cárceles bolivianas son las menos violentas de todo el continente y quizás del mundo? ¿Que las tasas de reincidencia de los que vuelven a cometer delitos luego de lograr su libertad es también la menor en América Latina? ¿Que las cárceles de Bolivia tienen una organización propia de presos que son elegidos periódicamente a través del voto o de la aclamación? ¿Que más del 75% se encuentran meses y años en calidad de preventivos sin sentencia, mientras dura el juicio que quizás los declare inocentes? Asimismo, existen cientos de familias que viven en alguno de los penales del país, y que, a pesar de vivir en condiciones miserables, se mantienen juntas y pueden salir adelante gracias al trabajo familiar, pero sobre todo porque afectivamente existe una razón importante para pensar en una vida después de la cárcel.

En Bolivia, debido a la ausencia estatal, los presos se organizaron como comunidades o sindicatos internos, a partir de la experiencia de los más pobres, quienes precisamente son sistémicamente penalizados. Entonces demandaron poder tener a sus familias cerca, para no perder las posibilidades de seguir viviendo con sentido. Los niños son el mayor patrimonio de una persona, así, los presos devienen en mejores padres en el encierro, porque llegan a entender, con dolor, lo que la familia vale y significa para la vida. Salvo contadas excepciones, señaladas por los mismos presos, la relación siempre ha sido mejor que afuera, cuando el padre ausente era la constante en hogares marcados por la miseria y el abandono.

Algunos, “humanitariamente”, proponen sacar a los niños de las cárceles a los mal llamados  “Hogares de acogida”, que en su gran mayoría promueven la delincuencia infantil y juvenil. Además, en esos centros algunos menores son víctimas de abusos sexuales. En contraparte, los reos nos ofrecen algunas lecciones de vida. En varias cárceles se han creado centros de padres, que establecen reglas para tener el derecho a tener familia e hijos en el recinto. Los mismos padres generan actividades de apoyo escolar por turnos, e incluso algunas instituciones e iglesias apoyaron ese papel como complemento familiar para el apoyo psicológico y el rendimiento en la escuela.

Ante tanta ignorancia de quienes escriben sobre el tema y autoridades que proclaman la necesidad de tener “cárceles como deben ser”, está la realidad y la necesidad afectiva de seres humanos que quieren seguir siendo tales con sus familias. La deshumanización no es la salida contra quienes han cometido delitos, y lo proclaman más de 200 años de existencia de las cárceles en el mundo, que lo único que han generado es más odio, más violencia y más delitos, así como el enriquecimiento de unos y la corrupción generalizada de otros.