Modernizando nuestro transporte
Deberíamos masificar la vieja, confiable y límpida bicicleta; ese sí que sería un proyecto revolucionario
Así que los paceños hemos decidido modernizar nuestro transporte: megabuses (¡hasta con Wi-Fi!) para las laderas, teleférico para el traslado entre La Paz y El Alto, y zonificación para las tarifas de radiotaxis. En una ciudad que ha crecido tanto en tan poco espacio, casi cualquier iniciativa para el transporte masivo es necesaria y bienvenida. La necesidad de desplazamientos es sumamente voluminosa (la cantidad de viajes se puede contar por millones); nuestra (única) vía troncal está saturada de los estrechos, incómodos e inseguros minibuses; las zonas periurbanas están huérfanas de atención y, definitivamente, nuestros empresarios locales del transporte no solucionan mucho. Tienen la comodidad de un mercado cautivo, el privilegio del gas natural vehicular subvencionado y la seguridad de un ejército de bloqueadores para cuando se enfrentan a la regulación (cualquier regulación) del Estado.
Necesitamos transporte masivo, sí. Y además, necesitamos mucha, mucha educación vial. Para eso están las entrañables cebras, que a punta de educarnos con amor, humor e ironía, se han convertido en un personaje paceño emblemático. Hurgando un poco en nuestro inconsciente urbano, tengo la impresión de que estas medidas modernizadoras intentan, de alguna manera, contrarrestar la modernización que hemos asumido los bolivianos (no sólo los paceños) en estos años de autos chutos baratos y de relativa bonanza económica: todos queremos auto, y ese anhelo se hizo realidad para millones.
Así que en medio del humo y de la trancadera de nuestras vagonetas último modelo, nuestros chutos de penúltimo o antepenúltimo modelo, los minibuses, taxis, buses que ya festejaron sus bodas de oro (sí, me refiero a los azules) y demás motorizados, decidimos pensar en el transporte masivo. Solución que, por cierto, otras urbes ya practicaron desde mediados del siglo XX.
Hurgando un poco más en nuestro subconsciente, este panorama podría llevarnos al razonamiento de que necesitamos más y mejores motorizados para transportarnos… pero en realidad, necesitamos mejor transporte. Por eso, me atrevo a pensar que, entre las modernizaciones pendientes, no estaría demás darle una oportunidad a una idea verdaderamente revolucionaria: masificar la vieja, confiable y límpida bicicleta, convertida hoy en un lujo para deportistas de montaña. La imagen de miles de paceños trasladándose en dos ruedas parece posible, si nos fijamos en la cantidad de familias que desempolvan sus bicicletas e inundan las calles cada que la Alcaldía nos regala un Día del Peatón; y la gente las disfruta.
¿Qué le impide a cualquier estudiante universitario o de colegio ir en bici a clases? ¿O qué nos impide a usted o a mí irnos a trabajar en bici? Es legendaria la cultura ciclística de Holanda, por ejemplo. Ahí nadie se sonroja para moverse en bici por toda la ciudad. En México, uno puede alquilar bicicletas públicas para trasladarse entre una y otra zona. Tal vez en una ciudad de cerros, montañas y escarpadas pendientes, nuestro uso de ese medio de transporte sea menos intenso. Pero no es necesario que nos convirtamos en atletas de deportes extremos. Podríamos tener, por ejemplo, una combinación de viaje en bici más transporte masivo, si el cuero no nos da para los 10, 15 o 20 kilómetros de viaje entre la casa y el trabajo.
¿Por dónde empezar para lograr este cambio? Dejar de pensar en nuestro auto como una necesidad de primer orden podría ser el primer paso. Luego, enterarnos de las ventajas del transporte en bicicleta (por ejemplo, adiós trancaderas). También ayudaría contar con algo de infraestructura urbana (aparcaderos, vías, señalización para bicis). El primer cambio siempre está en la mente. El resto llega con voluntad —política y de la otra—.
Es economista.