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Ego sum

A comienzos del milenio abrí esta columna con una presentación personal, como consultor internacional del PNUD en Bolivia, en el tema de la transformación cafetalera del país, que por cierto se logró satisfactoriamente. Nunca imaginé la trascendencia que la columna llegaría a tener para mi presencia ante el mundo. Hace unos días, se me ocurrió en Chicago abrir el www.Google.com (aquel letrerito que aparece en la parte inferior derecha de esa página, que abre la puerta del buscador a todo el globo) y colocar mi nombre como búsqueda específica: “Jorge Zapp”. Mis ojos no lo podían creer… 5.620.000 páginas en el planeta me incluían, tantas como la cauda de muchos estadistas nada recomendables. Más allá de alimentar una insana e inmerecida egolatría, me hice la pregunta: ¿por qué tanto ruido?

Una búsqueda más detallada mostró que casi la tercera parte correspondía a mis columnas en La Razón; otro tanto, a mi trabajo científico y de desarrollo en la Universidad de los Andes y en Gaviotas, y luego con las Naciones Unidas en decenas de países; y el último tercio, a los avances realizados en el mundo de la nutrición y la diabetes. El ejercicio es interesante: ¿qué clase de bicho extraño soy?

Indudablemente alguien que maneja el conocimiento con una visión académica y práctica al mismo tiempo, dentro de un concepto ético y generoso, algo aparentemente poco común.

Alguien con una extraña capacidad de invención, en la cual, la virtud de imaginar científicamente el futuro me permite modelarlo y estimular así a conjuntos de personas y organizaciones a mi alrededor, para llevar a cabo esos sueños altruistas. Alguien con una enorme vocación en dos temas muy relacionados entre sí: la pobreza y las mil dimensiones de la nutrición, desde los cultivos hidropónicos populares, hasta la bioquímica de la retención de grasa. Por último, un apasionamiento absoluto por el tema vigente, como si ese fuera el último de mi existencia.

En la actualidad siento que he encontrado, por casualidad, mientras buscaba controlar mi diabetes, la mayor innovación de mi vida, algo que puede cambiar la calidad y la cantidad de vida de miles de millones de personas. Todos llevamos dentro la capacidad de poner a funcionar una flora intestinal ancestral, que se despierta cuando todos nuestros carbohidratos tienen la estructura que tenían aquellos que nos hicieron humanos. En los últimos ocho años he reversado mi edad biológica en 15, hice desaparecer toda infección y antibiótico, limpié mis coronarias y siento la vitalidad de cuando tenía 30 años, ahora a los 71. Como apoyo a nuestra aventura empresarial en los EEUU (Logicarb) acabo de abrir la página totalhealthdigestion.com con mi testimonio de vida de estos últimos ocho años. Hay campo para todos los que puedan imaginar cómo cambiar el esquema alimenticio mundial.