Tinterillos de Azángaro
A tener tinterillos de Azángaro, mejor la justicia comunitaria o resignarse a la justicia divina
La administración de justicia es verdaderamente caótica, mediocre y corrupta en todas sus esferas. Dos de las conclusiones de la reciente Cumbre Judicial fueron la necesidad de incrementar en un 100% el presupuesto judicial y promover una política de lucha contra la mediocridad. Estas conclusiones son equilibradas y de sentido común, puesto que la justicia siempre fue postergada al último lugar en la agenda gubernamental y sus funcionarios (los jueces y magistrados), no todos, fluctúan entre la mediocridad y la interdicción, ya que algunos de ellos administran justicia con serios grados de incapacidad mental, y tienen procesos penales pendientes.
Pero, por qué estas conclusiones no generan apoyo. La respuesta no se deja esperar: los magistrados lamentablemente carecen de veracidad, ya nadie les cree. A un año y medio de la nueva justicia existen muy pocos resultados que ponderar, y lamentablemente muchos por criticar. El Ministro de Economía sostenía que el presupuesto destinado al Órgano Judicial en 2012 fue de Bs 193,1 millones, de los cuales Bs 191,4 millones se gastaron en sueldos y Bs 1,7 millones en gastos de funcionamiento. Por otra parte, el Tribunal Constitucional Plurinacional incrementó su personal en 100%. Es decir que el poco presupuesto otorgado a ambas instituciones ha sido utilizado en viajes dispendiosos y en el pago de salarios.
Por ese motivo, la Asamblea Legislativa ha sancionado la Ley Nº 371, que obliga a los magistrados a permanecer en Sucre los días laborales. Asimismo, en este largo periodo de transición se han nombrado vocales y jueces a personas poco idóneas, sin ninguna formación, que incluso han reprobado los exámenes para acceder a esos cargos. Ese hecho se constituye en una paradoja en la supuesta lucha contra la mediocridad. Las promesas idealizadas de cambio contrastadas con la realidad dejan traslucir las burdas mentiras de cambio, que dicho sea de paso ya fueron anunciadas en la Cumbre Judicial del pasado año.
Ahora bien, solicitar mayor presupuesto para incrementar la planta burocrática y continuar con el nombramiento de jueces improvisados, sin formación profesional ni ética, con antecedentes penales, es —por decir lo menos— una grosería y nos recuerda el apelativo “tinterillos de Azángaro”, empleado para quienes, teniendo antecedentes delictuales, administran justicia, refiriéndose al jirón de Azángaro en Lima, región que se constituyó por décadas en el paraíso de falsificadores.
Un juez en esta coyuntura de administración de justicia, lenta, mediocre y corrupta, le hace mucho daño a la sociedad; y si su número aumenta, el daño será mayor. Los administradores de justicia dejaron de ser gratos y hoy no reflejan el respeto que merece tal investidura. A tener tinterillos de Azángaro, mejor la justicia comunitaria o resignarse a la justicia divina.