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Abordaje integral sobre el aborto

El aborto es una problemática que debe ser abordada desde diversas perspectivas

/ 2 de agosto de 2013 / 04:10

La noticia de la acción de inconstitucionalidad abstracta interpuesta por una diputada ante el Tribunal Constitucional Plurinacional sobre 12 artículos del Código Penal, tres de ellos referidos a la problemática del aborto, ha abierto la posibilidad de tener un amplio y clarificador debate sobre la realidad del aborto en Bolivia y otros temas vinculados.

Aunque celebramos el espacio del debate, debemos reconocer que éste va a darse en condiciones de desigualdad. Primero porque todavía prevalece una cultura machista, producto de la estructura patriarcal de nuestra sociedad, que cuestiona permanentemente los derechos de las mujeres, aunque éstos estén referidos a su propio cuerpo, tengan que ver con sus planes de vida y su futuro. Segundo, porque los derechos de las mujeres no son considerados temas de la agenda política, y por tanto, de los medios de comunicación masiva, que reproducen y refuerzan los valores sociales (una vez más, machistas y patriarcales). Tercero, porque los medios se encuentran en manos de grupos de poder, políticos, económicos y peor aún religiosos y conservadores de estructuras patriarcales (valga la redundancia), que ven un riesgo en el avance de los derechos de las mujeres; y cuarto, por el estigma que se cierne sobre quienes manifestamos abiertamente nuestro respaldo al derecho a decidir de las mujeres (“feministas egoístas, radicales, aborteras, títeres de políticas imperialistas, que buscan destruir las familias”, entre otros adjetivos y calificativos).

El aborto es una problemática de múltiples dimensiones y puede ser abordado desde diversas perspectivas. Lo más frecuente es mencionarlo desde su tipificación como delito y su estatus jurídico, como lo hizo el Presidente. Es cierto que el aborto en nuestra normativa se encuentra tipificado como delito; pero también existe el artículo 266 del Código Penal, referido al aborto impune (no penado por ley) en los casos de violación, incesto, estupro, y riesgo de la vida de las mujeres, tristemente célebre por su sistemático incumplimiento, hecho que condena a niñas, adolescentes y mujeres víctimas de violencia sexual a llevar forzosamente a término un embarazo, debido a dilaciones en la obtención del permiso judicial que requiere la norma y excusas de los servidores de salud. A pesar de los argumentos de los patriarcas de las jerarquías de las iglesias cristianas que intentan minimizar la magnitud de los embarazos producto de violación, Bolivia tiene la segunda tasa más alta de violencia sexual de América Latina.

Se hace referencia al pecado, dependiendo de la religión o adscripción religiosa de las personas, que suelen juzgar las acciones de las mujeres con argumentos dogmáticos y falsos discursos sobre la moralidad. Lo cierto es que el control de la sexualidad ha sido una herramienta de control de la vida de las mujeres, de sus cuerpos y sus decisiones, producto de sociedades patriarcales, instituciones misóginas que refuerzan valores machistas. A pesar de ello, cientos de mujeres (católicas, evangelistas, cristianas, ateas y otras) recurren cada día a esta práctica para resolver un embarazo no deseado.

También se lo suele abordar desde la salud pública, ya que constituye una de las principales causas de mortalidad materna en el país. En la mayoría de los casos, las mujeres que interrumpen sus embarazos de forma insegura son de escasos recursos, y ponen en riesgo sus vidas. El aborto, por ser clandestino, al ser considerado delito, no se puede regular, y constituye una fuente de ganancias ilegítimas de practicantes inescrupulosos que lucran con servicios que no ofrecen las menores garantías para las mujeres que recurren a él. ¿Aborto inseguro? Aquel que se produce en situaciones de riesgo. Porque también existen abortos seguros, aquellos que se practican las mujeres que cuentan con los recursos para pagar los servicios en condiciones adecuadas.

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Bolivia, entre los tres primeros países del mundo

El avance más significativo está en Diputados, donde el mayor porcentaje de elecciones anteriores era de 23% (2009) y ahora alcanza 50%, superando ampliamente el promedio mundial de mujeres en los parlamentos, 22,2%; el de la región, 25,2%; incluso el de los países nórdicos, 42,1%.

/ 26 de octubre de 2014 / 04:03

El resultado de las elecciones nacionales del 12 de octubre ha puesto nuevamente ante la opinión pública el tema de la paridad en la representación de las mujeres en los espacios de decisión y, en particular, en el Órgano Legislativo. De acuerdo con estimaciones de la Campaña “50y50 Paridad es Ahora”, con base en el 99,82% de cómputo del Tribunal Supremo Electoral (TSE), al menos 81 mujeres asambleístas estarán presentes en la nueva gestión legislativa, alcanzando un porcentaje histórico de 48%.

El análisis de los resultados alcanzados permite afirmar que al menos 16 mujeres serán parte del Senado, mientras que 65 mujeres (50%) ocuparán las curules de un total de 130 en la Cámara de Diputados. Estos datos podrían variar levemente en función de la asignación de escaños plurinominales y uninominales, con el cómputo final del TSE.

Este logro es producto del acumulado histórico de las luchas de las mujeres por el reconocimiento de sus derechos, los avances normativos de los últimos años y los cambios —aún lentos— en la forma de ver la participación de las mujeres en los espacios organizativos y políticos tradicionalmente considerados como masculinos.

Una Constitución progresista. La Constitución Política del Estado (CPE) manda a que el Estado adopta para su gobierno la forma democrática participativa, representativa y comunitaria con equivalencia de condiciones entre hombres y mujeres (Art. 11) y que en la elección de asambleístas se garantizará la igual participación de hombres y mujeres (Art. 147), mandato que ha sido interpretado con los criterios de paridad y alternancia en la Ley de Régimen Electoral Transitorio (2009) y la Ley de Régimen Electoral (2010) cuya implementación se ha traducido en el progresivo incremento de la participación.

Bolivia a la vanguardia. El avance más significativo de los resultados electorales se observa en la Cámara de Diputados, donde el mayor porcentaje alcanzado en elecciones anteriores era de 23% (2009) y que ahora alcanza 50%, superando ampliamente el promedio mundial de mujeres en los parlamentos que es de 22,2%; el de la región, que es del orden de 25,2%; incluso el de los países nórdicos, 42,1%, de acuerdo con el Mapa de las Mujeres en Política 2014 de la Unión Interparlamentaria y ONU Mujeres.

De consolidarse los resultados en la Cámara de Diputados, Bolivia se encontraría entre los tres países del mundo con mayor participación de mujeres en el Legislativo, superado solamente por Ruanda (63,8%) e igualando a Andorra (50%). Con relación a la participación en el Senado, Bolivia estaría entre los tres primeros países del mundo: Zimbabue (47,5%) el primero, Burundi (46,3%) el segundo y Bolivia el tercero.

Beni, con mayor presencia de mujeres. En la distribución por departamentos, Beni contaría con la mayor representación de mujeres, 58%, seguido de La Paz y Tarija con 54%, Santa Cruz con 50%; y con porcentajes menores: Cochabamba, 48%; Pando, 44%; Oruro, 38% y Potosí, el de menor presencia, con 35%.

De la representación descriptiva a la representación sustantiva. El gran desafío que deben encarar las nuevas legisladoras es sin duda pasar de la denominada “representación descriptiva” que, de acuerdo con (Giovanni) Sartori (1992), es “estar” en el lugar de otros sin que esto implique, necesariamente, “actuar en” nombre de otros, a una “representación sustantiva”, en la que ya no se trata de estar por otros/as, sino actuar en nombre de otros/as, defendiendo determinados intereses. De ahí que la principal demanda y expectativa de las organizaciones de mujeres respecto a la presencia de mujeres sea justamente transformar la práctica política, incorporando nuevas modalidades de articulación con la sociedad civil, enriquecer el debate sobre igualdad y equidad de género en el trabajo legislativo.

La paridad no es solo número. Haber alcanzado porcentajes tan importantes en participación de mujeres es una realidad y no un detalle menor, tiene implicancias simbólicas en la transformación de los imaginarios de nuestra sociedad, en los valores y acciones políticas de partidos y alianzas. La mayor presencia de mujeres debe traducirse en el impulso de una agenda legislativa comprometida con la equidad, desafiándose a cuestionar las estructuras de nuestra sociedad machista y patriarcal.

Hablar de paridad hace referencia a transformar estructuralmente las relaciones inequitativas de poder de nuestra sociedad patriarcal, cambiar la forma de distribución del poder, la riqueza y los beneficios del desarrollo. Nos habla de cambiar no solo en el espacio público, sino en todas las esferas de la vida y en particular en el espacio privado. Paridad hace referencia a compartir las responsabilidades y tareas de cuidado que han sido asignadas tradicional y casi exclusivamente a las mujeres; a la toma de decisiones sobre el propio cuerpo, lograr mayor atención a las problemáticas como la violencia contra las mujeres, transformar el ejercicio de poder de las organizaciones políticas, entre otras.

Las nuevas legisladoras tendrán la importante tarea de demostrar que la presencia de las mujeres no es un cambio cuantitativo, estético o solo demográfico, sino que puede transformar la cultura política, la institucionalidad y profundizar la democracia en nuestro país.

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