Día de la patria
Dos siglos después de su independencia, el país se encuentra hoy en una nueva encrucijada
Bolivia celebra hoy con júbilo 188 años de su fundación, acaecida el 6 de agosto de 1825, cuando los asambleístas nacionales, reunidos en la entonces ciudad de Charcas en la antigua capilla de la Universidad de San Francisco Xavier (salón que hoy lleva el nombre de Casa de la Libertad), aprobaron la propuesta de conformar un país libre y soberano.
Una vez instalada la Asamblea Nacional, los congresistas concentraron sus esfuerzos en la organización del Alto Perú. Según explica el historiador Ramiro Prudencio en una de sus columnas escrita en La Razón, hubo tres propuestas al respecto: la independencia total, la anexión al Perú y la unión con la Argentina. Sólo dos diputados apoyaron la segunda fórmula, mientras que la tercera contó casi con la unanimidad de los votos.
Cabe recordar que el 6 de agosto fue elegido como el día nacional en conmemoración a la batalla de Junín, que tuvo lugar un año antes, cuando el ejército de Simón Bolívar venció a las tropas realistas en Perú, comandadas por el general Canterac. Antes de la batalla, el Libertador se dirigió a sus hombres con la siguiente arenga: “Soldados, vais a completar la obra más grande que el cielo ha podido encargar a los hombres… El Perú y la América entera aguardan de vosotros la paz, hija de la victoria. ¡Vosotros sois invencibles!”.
Dicho y hecho, esa victoria, junto a la de Ayacucho y la posterior incursión al Alto Perú efectuada por el ejército del Mariscal Sucre, determinó la independencia definitiva de estas tierras altas, y con ellas, de toda Sudamérica. Desde entonces, muchos hitos han marcado el espíritu de esta gran nación, privilegiada con una gran riqueza cultural y natural. Patrimonio que, paradójicamente, en más de una ocasión jugó en contra de nuestra independencia y desarrollo.
En efecto, a pesar de ser los promotores del primer grito libertario de la América española, Bolivia fue el último país su-damericano en lograr su independencia. Esto, en gran medida, porque la Corona española, al igual que el resto de los imperios, se enraizó en aquellos lugares que, como el territorio boliviano, tenían grandes riquezas y habitantes lo suficientemente civilizados y organizados como para servir a la Colonia. En el resto de las regiones, sin grandes riquezas naturales, los colonos al igual que los originarios estaban obligados a sobrevivir por medio del esfuerzo, desarrollando de esa manera una cultura de trabajo independiente de la explotación de los recursos naturales, y por lo mismo sustentable, que hasta ahora perdura.
Dos siglos después de su independencia, el país se encuentra hoy en una nueva encrucijada, luchando contra convencionalismos, intereses y mezquindades sectoriales. Pero el camino se pinta positivo, pues no queda sino luchar por nuestro bienestar, el de nuestros hijos y el de esta hermosa y bendita patria.