Cómo extraño al DDT! Sobre todo tomando en cuenta que en el mundo cada minuto muere un niño por causa de la malaria, enfermedad prevenible y curable. Y ese es un niño pobre, de un país pobre. Porque desde los años 50 los países ricos fumigaron más de un millón de toneladas de DDT, erradicando la malaria de sus bosques. Pero una vez finalizada la importancia comercial del veneno para ellos, se consumó la hipocresía ecológica al prohibir su producción y distribución en el Convenio de Estocolmo sobre los Contaminantes Orgánicos Persistentes, aunque con excepciones.

No sé si en Bolivia estos convenios se conocen. Las cifras de la FAO dicen que el país dobló la importación de este producto entre 2011 y 2012. Tengo una foto de dos años atrás en Tiquina. Una tienda a orillas del lago vendía dulces y cajas de DDT. Para muchos campesinos éste sigue siendo un medio milagroso. Recuerdo a mis profesores que nos enjuagaban la cabeza con agua y DDT para matar piojos. Se hacía una pomada con DDT y manteca para untar las heridas de la vaca, evitando así que las moscas pongan sus larvas. Se espolvoreaba el cuello de los perros contra garrapatas. Se añadía media cucharadita de DDT a un vaso de leche para matar la solitaria…

En La primavera silenciosa, novela escrita por Rachel Carson en 1962, se cuenta cómo los pájaros comen los mosquitos infectados con DDT y mueren. Desde entonces se creó la siguiente leyenda: científicos con delantal blanco y manos ensuciadas con sangre y veneno sintético. La venganza del África negra contra los esclavizadores de ultramar que se llevaron con los esclavos la malaria. La amenaza de la ciencia contra la naturaleza. La primavera silenciosa es la victoria de la ficción sobre la realidad.

En Bolivia no hay un control efectivo sobre pesticidas en su uso casero y profesional. Tampoco hay una política fitosanitaria clara o una gestión de calidad en los productos. Los productos de los mercados y supermercados lo corroboran. Los tomates ya no son tan rojos y las naranjas no son tan naranjas. Vegetales enfermos con virus y hongos. Campesinos fumigando sin protección y conocimiento del efecto de pesticidas en la salud humana o el efecto sobre el medio ambiente. Y no me vengan con lo orgánico, porque nadie garantiza que dentro del proceso de cultivo lo sean. Negocios limpios exigen reglas del juego claras.

Debido al incremento de la malaria, el DDT regresa. Hoy se llevan al África mosquiteros impregnados con DDT. Se hace uso limitado del veneno para prevenir el efecto trófico en la cadena alimenticia de los animales. Se evitará que el DDT esté de nuevo en la grasa de osos polares. Ahora existe mejor conocimiento sobre la dosis letal que afecta al sistema nervioso de los mosquitos o los pájaros y peces, algo que Rachel Carson en su tiempo no lo sabía.

Creo que contra pestes y plagas son mejores las soluciones amistosas: enemigos naturales, pesticidas biológicos, antagonistas. El Gobierno debería tomar cartas en el asunto, porque la empresa privada es débil y cortoplacista. Sin ayuda estatal,  el agro no se desarrollará.

Los humanos somos fuente de desequilibrio en la naturaleza y a veces una manita química nos puede ayudar a reparar el desequilibrio que hemos creado. Comentando con mis colegas la fábula del DDT, me dijeron: “¿Y si tanto lo extrañas, por qué no tomas un poco de tu veneno?”. Recordé al entomólogo Gordon Edwards, quien para demostrar que el DDT salva vidas durante 30 años ingirió una cucharadita diaria de DDT y murió a sus 84 años, muy saludable. Eso fue un golpe duro para los arquitectos de la verdad.