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Focos de calor

En lo que va del año se han registrado 4.078 focos de calor en el país. Una cifra que ya es bastante elevada. No obstante, las autoridades temen que en las próximas semanas se registre un incremento exponencial de las quemas, pues, lamentablemente, el fuego aún constituye una herramienta ampliamente utilizada entre los agricultores y ganaderos.

En efecto, como todos los años, muchos colonos en estos momentos se están preparando para acondicionar, por medio del fuego, amplias extensiones de tierra, que serán destinadas a la siembra de productos agrícolas y el pastoreo de ganado. Una práctica que es tan cómoda como irresponsable, que atenta no sólo contra el capital natural de todos los bolivianos, sino también contra la salud de la población. Los chaqueos, implementados sin ningún tipo de cuidado, son la principal causa de los incendios forestales en el país, que además de destruir la biodiversidad y los servicios ecológicos que prestan los bosques, se traducen en humaredas que provocan infecciones respiratorias y conjuntivitis entre la gente, especialmente entre niños y ancianos.

Considerando que Bolivia no cuenta con los medios necesarios para enfrentar incendios forestales, toda vez que se desarrollan en lugares apartados y cuentan con una gran cantidad de combustible, urge tomar medidas cuanto antes para prevenir la expansión de los focos de calor. Por ejemplo se podría aprovechar la tecnología satelital y los antecedentes en manos de las gobernaciones respecto de las zonas que tradicionalmente son víctimas del chaqueo y susceptibles de sufrir incendios.

Con esta información se deberían organizar brigadas temporales de vigilancia y cuerpos de guardaparques, con formación preventiva ambiental, que intervengan en esas regiones, controlen y eviten la extensión de las quemas, construyendo senderos y fuentes de agua que en caso de emergencia sirvan para controlar el avance del fuego. 

Por otra parte, urge organizar campañas educativas (a través de medios de comunicación, redes sociales, eventos con organizaciones territoriales y vecinales, etc.) que enseñen métodos alternativos de acondicionamiento de los suelos, o al menos la manera más responsable de manejar el fuego, en función a las necesidades y posibilidades socioeconómicas de las comunidades y las particularidades geológicas y geográficas de cada región.

Aún estamos a tiempo de evitar desastres como el que ocurrió en 2010, cuando más de un millón de hectáreas de bosque fueron quemadas. Pero también para romper el círculo vicioso en el que anualmente participan autoridades, medios de comunicación y ciudadanos en general, acostumbrados a protestar y rasgarse las vestiduras contra los efectos de los chaqueos, pero cuando éstos son no sólo inminentes, sino también incontrolables.