La base económica del nuevo Estado
Para poder generar empleo digno es indispensable que se multipliquen las empresas formales
Según el Censo de 2012, recientemente el 5,6% de la población ha tenido que dejar el país para encontrar empleo. Ahora que todos somos jurídicamente iguales, es imprescindible ponernos de acuerdo en las reglas generales que gobernarán nuestro interrelacionamiento económico, y en la estrategia a seguir para que toda persona tenga un trabajo “con remuneración o salario justo, equitativo y satisfactorio, que le asegure para sí y su familia una existencia digna” (art. 46 de la CPE).
Se plantea casi como panacea la industrialización, pero actualmente, después de la revolución tecnológica que implicó la producción flexible, en el mundo el mayor valor ya no se genera en la industria, sino en los servicios (hasta el 80%) y entre éstos, en los servicios avanzados. La industria se está deslocalizando hacia economías menos desarrolladas: hacia China, donde todavía representa el 47%; Rusia, 37%; México, 34%; Indonesia, 47% (CIA Word Fact Book).
Se pone énfasis en la industrialización de recursos naturales no renovables, y para ello se otorga un papel estratégico al Estado; pero al prohibir repatriar utilidades a las empresas extranjeras que llegaran a asociarse con las nacionales, prácticamente se está eliminando toda posibilidad de desarrollar las tecnologías necesarias.
Para poder generar empleo o remuneración dignos es indispensable que se multipliquen las empresas formales, tanto industriales como de servicios avanzados que, interrelacionadas con las universidades, desarrollen tecnologías. Sin embargo todos los gravámenes pesan sobre estas firmas, mientras se libera enteramente de impuestos a actividades que no crean empleo sostenible y deterioran el medio ambiente, tales como las cooperativas mineras. Y en la industria manufacturera y el comercio aún prevalece la informalidad: se permite una masiva evasión de impuestos y el incumplimiento de obligaciones con los trabajadores. Predomina el trabajo temporal y a destajo (se asegura que en las cooperativas mineras también). El trabajo asalariado se va deteriorando, incluso en el caso de los empleados públicos, como lo muestra el trabajo No hay derecho, de Silvia Escobar.
Los incentivos entonces se están dando en contra del emprendedurismo formal, precisamente el que debe crear la mayor parte del empleo o la remuneración digna y estable, y se está favoreciendo un semicapitalismo que, por sus características de explotación (humana, de los recursos naturales y del medio ambiente), asume la forma de capitalismo salvaje.
Pareciera que desfavoreciendo a las empresas privadas se tratara de eliminar el capitalismo para avanzar hacia el socialismo. Pero ya Marx señalaba que el cambio de un modo de producción sólo se da cuando éste obstaculiza el desarrollo de las fuerzas productivas ¡y el desarrollo de dichas fuerzas bajo el capitalismo está en auge! Todos los países que van saliendo del subdesarrollo así lo han comprendido: favorecen el emprendedurismo privado, pero a la vez evitan que el poder económico privado llegue a controlar el poder político.
Los precios de los minerales ya bajaron; y si la actual negociación entre Palestina e Israel avanza, los precios del petróleo y del gas también bajarán. Habrá una desaceleración económica en la economía boliviana y el Estado será objeto de demandas a las que ya no podrá responder. Aún estamos a tiempo: todavía persiste un exceso de depósitos bancarios. El desarrollo de nuevas fuerzas productivas debe darse también a través de la inversión privada en empresas formales industriales y de servicios debidamente reguladas, y de una profunda reforma en la educación, todo bajo un Estado democrático participativo. Esas serían las claves para crear una nueva economía que permita a todos vivir bien en Bolivia y no tener que irse del país.