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Vecinos vigilantes

Si hay un tema que ocupa un lugar preponderante en la lista de preocupaciones de las personas, particularmente en las ciudades principales del país, es el de la seguridad ciudadana y, asociado con éste, la dificultad de encontrar respuestas efectivas al extendido temor a la delincuencia, habida cuenta de que, excepto en algunos casos, la Policía no parece ser confiable.

La solución, entonces, pasa por una activa participación de las y los vecinos en las muchas tareas relacionadas con la seguridad, desde la educación de los hijos e hijas en el hogar, para que sepan protegerse y eviten los riesgos innecesarios, e incluso en la vigilancia y patrullaje de las calles. La zona de Pasankeri, en la ciudad sede de gobierno, ha echado a andar esta iniciativa con buenos resultados.

La idea no es en absoluto novedosa, y de hecho se conoce de experiencias exitosas en El Alto y otras ciudades, sobre todo porque en ellas habitan personas acostumbradas a la vida comunal; pero en este caso la diferencia fundamental está en que se trata de un esfuerzo de las y los vecinos en coordinación con la Policía, lo cual debería ser una señal de institucionalización de este trabajo en la línea marcada por la Ley de Seguridad Ciudadana, cuya implementación se muestra lenta y no libre de complejidades.

Según la explicación de un dirigente vecinal de Pasankeri, zona ubicada en la ladera oeste de la ciudad de La Paz, la puesta en marcha de la iniciativa bajó la incidencia del delito, que llegaba a tal extremo que los vecinos evitaban salir en horas de la noche por el temor a ser víctimas de un delito.

Concretar el patrullaje vecinal fue una apuesta difícil en un principio, pero los resultados a un mes de su aplicación motivaron una mayor participación. Cada viernes y sábado se reúnen entre ocho y diez personas para recorrer las principales calles de la zona con un megáfono y un pito para alertar sobre cualquier indicio de un delito. “Manejamos una lista de los propietarios de las casas e inquilinos y sobre esa base conformamos los grupos. Cada quien quiere pasar por su casa y a ese sector nos dirigimos cuando estamos patrullando”, detalló el dirigente vecinal. La Policía, por su parte, colabora con talleres y charlas, así como acompañamiento a los patrullajes vecinales.

Lo que más debe destacarse de iniciativas de este tipo, además del hecho de que ayudan a reconstruir el vínculo entre el vecindario y la Policía, es que pone en movimiento la solidaridad, ese valor tan venido a menos en las grandes ciudades y que sin embargo es el que ayuda a dar forma y mantener saludable el tejido social. Por supuesto, lo deseable es que la población no deba sacrificarse en este trabajo, habiendo personas que reciben formación profesional y un salario para hacerlo, pero hasta que la Policía sea lo que debe ser, parece el mejor camino posible.