El diálogo como principio y salida
La Habana es sede del histórico diálogo entre el Gobierno de Colombia y las FARC, mediado por Cuba y Noruega. Las discusiones van acompañadas por un fuerte debate en Colombia sobre la posibilidad de un fracaso del intento histórico. Los resultados pueden influir seriamente en las elecciones de 2014.
En 2009, un año después de la denominada “Operación Jaque”, durante la cual fue rescatada la excandidata a la presidencia Ingrid Betancourt, el alcalde del departamento colombiano del Meta, Alan Jara, después de haber sido rescatado también por las fuerzas armadas, manifestaba que “las FARC no estaban derrotadas”. Además, dijo que en su secuestro “no hubo maltratos ni humillaciones…” y que la solución al conflicto no sólo es militar, sino que también política y que no veía una salida que no sea la negociada.
Los detractores de una negociación con la guerrilla expusieron varios argumentos para descalificar la apuesta del Gobierno, entre ellos los vínculos latentes con el narcotráfico que sostiene el movimiento, los reparos que interpusieron al principio ante un acuerdo de cese de fuego, pero por sobre todo, se dijo que no es posible una reparación a las víctimas del conflicto.
Lo que ha brindado optimismo en Colombia y también en la región es el procedimiento en el que se ha trabajado. Después de casi seis meses de reuniones, el diálogo entre el Gobierno colombiano y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) tiene sede permanente en La Habana. Cuba y Noruega se convirtieron en los garantes. No se confunden sus roles con el de los convocantes. El acercamiento es una iniciativa de las partes; como actores, su principal función implica asegurar una positiva articulación entre las FARC y el Gobierno colombiano, y garantizar que impere un enfoque dialógico que no les permita caer en la tentación de abordar solamente acuerdos de corto y mediano plazo y olviden generar una verdadera transformación relacional que derive en el cese de las hostilidades.
La agenda de la negociación implicó 84 reuniones, todas bajo estricta confidencialidad. El resultado es un paquete consensuado y global de cinco puntos: el problema de la tierra, el abandono de las armas por parte del grupo guerrillero, la entrada de los rebeldes desmovilizados en la vida política, la solución del problema del narcotráfico y la reparación a las víctimas del conflicto.
En la recta final del segundo ciclo de conversaciones, después de haber tocado el tema agrario —primer punto del llamado Acuerdo General—, las sensaciones en la sociedad colombiana son diversas. Según Jesús Santrich, miembro y portavoz de las FARC, el diálogo de paz con el Gobierno del presidente Manuel Santos marcha bien y de manera respetuosa.
En su declaración a periodistas, Santrich expresó que cada parte está sentando sus posiciones y se han recogido las inquietudes de la sociedad sobre ese tema. Así, reiteró la satisfacción de la guerrilla por el foro de Desarrollo Agrario Integral. Según este miembro del equipo negociador de las FARC, la mayoría de los participantes en este espacio ha expresado su preocupación sobre la estructura latifundista de Colombia. El guerrillero señaló que por cada uno de los seis puntos de la agenda sesionará un encuentro de este tipo en pos de proveer de criterios objetivos a los involucrados.
Si bien el equipo de negociación de las FARC, liderado por Iván Márquez, en una de sus últimas intervenciones públicas ha invitado a los medios informativos de su país a contribuir a la paz, ha sido criticado por aquéllos que ven sólo un doble discurso en esta solicitud al recordar la persistente ofensiva mediática con la lectura de comunicados desde que se iniciaron las pláticas en La Habana. En contraste, el mismo presidente Santos ha evaluado los avances del diálogo, admitiendo que hay dificultades en las negociaciones para alcanzar un acuerdo, pese a los logros alcanzados desde octubre: «Hicimos el esfuerzo y ahí vamos. Sabemos que siempre es difícil poner de acuerdo a dos polos que se han matado unos a otros, no es tarea fácil», indicó el Mandatario en un encuentro cristiano en Bogotá.
Para algunos, el protagonismo asumido por Santos es parte de su apuesta a la reelección en 2014, ya que, para muchos, los resultados que arroje el diálogo serán determinantes. Se cree que Santos tiene la esperanza de ser premiado por la ciudadanía en caso de arribar exitosamente a un acuerdo de paz; caso contrario, una tercera opción podría surgir en la contienda electoral, probablemente Santos se jugará por una estrategia militar incluso más fuerte que la postulada por Álvaro Uribe. De acá parte, para muchos, la incertidumbre sobre la que transitan las conversaciones de paz con las FARC. Los que consideran el diálogo como tiempo perdido creen que lo único que se ha logrado es que el juego al que apuesta la guerrilla se alargue y que obtengan reconocimiento internacional, reconocimiento del Estado colombiano, publicidad a sus propuestas que airean de humanitarias, tratamiento de salud para miembros de la comisión que están enfermos, restablecimiento de canales de comunicación con sus frentes. A la hora de analizar el proceso, los que sostienen esta tesis creen que decir que hay coincidencias en algunos temas relacionados con la tierra no aclara mucho sobre qué es lo que está dispuesto a ceder el Gobierno y hasta dónde ve justificable lo que propone la guerrilla, que dice representar al campesinado.
Se piensa que el hecho de reafirmar que no se precisa de una constituyente para validar los acuerdos, tampoco tranquiliza y que hay que entender que las FARC enredan, confunden y sopesan la reacción gubernamental. Los más pesimistas pronostican que después de que se produzca el anuncio de que se ha llegado al acuerdo de paz, en la letra menuda se dirá que la terminación es un proceso por etapas, que la última de ellas es la relacionada con la desmovilización de sus frentes rurales, que las FARC quedarán con el poder político en sus zonas de influencia, dando gusto a la voz de intelectuales estructuralistas que sostienen la tesis de las causas objetivas del conflicto: la desigual tenencia de la tierra.
Los detractores del diálogo piensan que se acordará abrir un período de experimentación política que facilite a la guerrilla su participación en elecciones desde 2014; los comandantes guerrilleros pedirán libre ingreso al país, suspensión de las órdenes de captura, saldrán en libertad por amnistía y pena cumplida centenares de guerrilleros, se les garantizará financiación para su actividad proselitista y acceso a los medios; a cambio, la guerrilla se comprometerá a una tregua militar indefinida. Después de las elecciones e independiente de los resultados, el Estado colombiano debe poner en marcha la nueva política agraria fruto de las negociaciones en La Habana. Es lo que De la Calle ha llamado fase de consolidación.
La entrega de armas quedará supeditada a la ejecución en el largo tiempo de todo lo acordado, no importa cuántas décadas tome contar con unas relaciones sociales en el agro a la medida de las FARC. Por último, si no hay acuerdo, de nuevo el Presidente hará una fortísima declaración de autoridad, convocará a la unión de la nación contra los violentos, dará a la fuerza pública, una vez más, la orden de pasar a la ofensiva.