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Uno más

Las acciones militares anunciadas contra Siria por EEUU con el pretexto de que el régimen de dicho país utilizó armas químicas es otra muestra agresiva del Gobierno norteamericano contra el Derecho Internacional. Las tácticas parecen seguir un guión prefabricado: Las agencias transnacionales de información se encargan de descalificar al régimen, estigmatizan a su gobernante y convierten los rumores en noticias. Posteriormente, el Presidente estadounidense anuncia sanciones y amenaza con acciones militares, con o sin consentimiento de la ONU.

Este procedimiento fue utilizado en Irak. La nación fue invadida con decenas de miles de víctimas civiles bajo el justificativo que poseía armas químicas, hecho que luego se demostró era falso. Este modus operandi se ensayó previamente en Afganistán, país también invadido con la secuela de miles de civiles y “niños muertos por error”, cuyos cadáveres obviamente no aparecieron en los titulares de la prensa occidental. El complejo militar-industrial norteamericano está en vísperas de fabricar una guerra, y no importa el argumento, basta que el régimen sea lo suficientemente soberano para que, como en el caso de Irán, se considere un peligro para la paz, aunque paradójicamente, a diferencia de Israel o Estados Unidos, nunca haya invadido a ningún país.

Barack Obama (premio Nobel de La Paz) representó las esperanzas de un cambio en la política exterior de la potencia del norte; sin embargo, ha sucumbido frente a las “águilas”. El complejo militar e industrial, uno de los pilares de la economía estadounidense, necesita guerras, y si éstas no se producen por causas propias, las inventan, aunque eso exponga a peligros a su propia población por parte de grupos extremistas que ven fortalecidos sus argumentos por las acciones bélicas de Estados Unidos.

Ahora es Siria, como antes fue Vietnam, Panamá, República Dominicana, Afganistán o Irak; allí estarán las fuerzas imperiales justificando el crimen con argumentos baladíes, que no utilizan cuando se trata de evaluar a sus aliados (Israel, Egipto o Arabia Saudita) que violan de forma permanente los derechos humanos, los derechos de las mujeres, y los de las minorías. Los objetivos del imperio nunca han sido humanitarios, ni exclusivamente geopolíticos, tampoco son razones estrictamente políticas, porque el Gobierno de EEUU ha sabido coexistir con regímenes ideológicamente contrarios, como el de China Popular aún después de la masacre Tiananmen. La explicación es simple: estas acciones se deciden en función de los intereses de los grandes trust relacionados con la tecnología militar y la industria de producción de armamentos. Una pena por Barack Obama, que pasará a la historia como uno más de los seducidos por el poder plutocrático.