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Una de periodistas

El domingo pasado, un radiotaxi chocó mientras llevaba a tres periodistas de La Razón a su fuente de trabajo. El accidente pudo ser peor; sin embargo, los compañeros se salvaron y viven para contarla.

La noticia fue difundida en Página Siete y, a continuación de la narración de hechos, hubo una serie de opiniones en la página de Facebook de aquella casa periodística. La mayoría de las personas descalificaba a los trabajadores de Auquisamaña y los acusaba de tener un rol “oficialista”.

Hay que resaltar que quienes hacían leña del árbol caído eran personas ajenas al periodismo; los comentarios de apoyo a los comunicadores  fueron escritos por compañeros de aquel medio.

Entre los colegas de distintos medios también hubo solidaridad, porque existe un espíritu de cuerpo que es más importante que cualquier diferencia o competencia momentánea.

Existen varias lecturas que se pueden rescatar de aquellos comentarios que salieron en la nota del accidente; y vale la pena hurgar un poco la herida para extraer el pus.

Es que no se puede creer que alguien califique como “justicia divina” a una colisión que fácilmente pudo acabar con la vida de alguno de los compañeros.

Hay más. Que alguien refiera que este hecho se dio porque “los periodistas de La Razón son del MAS” tampoco tiene ninguna coherencia, y de verdad que hiere a quienes hacemos este trabajo y estamos a diario metidos en la búsqueda de información, con todos los peligros que implica aquello.

Para quien no lo sabía, los periodistas que estamos inmersos en esta labor debemos enfrentarnos a un sinfín de obstáculos. Gente que nos cierra la puerta en la cara. Autoridades que ocultan información y otras que hacen lo posible por pasarnos datos para atacar a rivales políticos. Amenazas anónimas, amedrentamientos y demás vainas similares.

De todo, vemos de todo, y simplemente estamos armados de una grabadora y mucha paciencia. En la mayoría de los casos estas herramientas resultan inservibles ante todo el acoso al que somos sometidos desde diferentes esquinas.

Los comunicadores nos dedicamos a esculpir la noticia y se trata de una labor más que difícil, y por supuesto que entre nosotros hay opiniones diferentes que no justifican los aplausos ante las desgracias.

Después de todo, el bien más importante es la vida humana, y esto se encuentra alejado de cualquier ideología política o preferencia. Aquella mezquindad de algunas personas no puede estar por encima de este bien. En este caso cuesta creer que algunas personas puedan alegrarse por un accidente que pudo acabar con la vida de tres personas.