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Siria y la Guerra Fría

¿Por qué, transcurridos dos años, el eje  Oriente-Occidente sigue instrumentalizando la guerra en Siria?

/ 13 de septiembre de 2013 / 05:15

Tras dos años de guerra civil en Siria, las cifras hablan por sí solas: más de 110.000 muertos y 7 millones de personas desplazadas dentro y fuera del país. Asimismo, como sucediera en 2011 con Libia, se vuelve a dejar en evidencia hasta qué punto es incapaz e instrumental toda la arquitectura institucional de la comunidad internacional.

Como resultase en el conflicto de Irak, atendemos a una nueva guerra ilegal, cuyo resultado es la evidencia de cómo los discursos filantrópicos, las narrativas justificadoras a intervenciones militares y los protocolos ante la “responsabilidad de proteger” no son más que artificios que operan (de un modo u otro) según el interés geoestratégico de turno, las urgencias y los actores que intervengan tras él.

Y es en ese punto donde la comunidad internacional, y concretamente Estados Unidos, sus aliados en la región (como Qatar y Arabia Saudí), y la Unión Europea, por un lado; y Rusia e Irán por otro, han utilizado la guerra como la única posibilidad a tener en cuenta, desatendiendo cualquier mecanismo preventivo, alternativo. Primero porque no existe. Segundo, porque no puede existir por la propia naturaleza conflictual constituida en el sistema internacional.

Sinceramente, el debate no está en que intervenga Estados Unidos en una guerra o no; en si hay armas químicas o no. El debate debe estar en por qué, transcurridos dos años, se sigue instrumentalizado la guerra civil en Siria por parte del eje Oriente-Occidente, llevando consigo un único perdedor, la población siria, y rememorando los tiempos del orden geopolítico de la Guerra Fría.

Por un lado, Rusia e Irán, nutriendo de armas y apoyando al régimen de Bashar al Asad (un régimen, valga la pena recordar, tirano y represor con todo lo que se le parezca a los derechos humanos); por otro, Estados Unidos y algunos países europeos, que sin tener mayor interés en Siria y mucho menos en la democracia de Oriente Medio, encuentran el filón idóneo para una potencial y futura intervención en Irán (para llegar a Teherán, es mucho más sencillo si se parte desde Damasco).

Dadas estas circunstancias, que alguien me explique para qué sirve el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o el Derecho Internacional. Las relaciones internacionales, por desgracia, están marcadas por la hipocresía, por los intereses de Estado y por una distribución desigual del poder que es la que configura su propia lógica de funcionamiento. No sé si otro mundo es posible,  pero desde luego, y dadas las circunstancias, no hay lugar a dudas de que otro mundo es más que deseable.

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Más Iberoamérica

Se debe acabar con la percepción de que Iberoamérica es una creación española

/ 23 de octubre de 2013 / 04:02

El 18 y el 19 de octubre, en la ciudad de Panamá tuvo lugar la XXIII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno. Una cumbre con algunas decisiones tomadas, pero que evidencia la necesidad de afrontar nuevos retos en la construcción de un verdadero espacio iberoamericano.

Entre las principales decisiones figura la candidatura de Rebeca Grysnpan, exvicepresidenta segunda de Costa Rica, como posible sucesora del saliente Enrique Iglesias al frente de la Secretaría General Iberoamericana (Segib). Asimismo, se han aceptado los nuevos esquemas de financiación para la implementación de las cumbres y el mantenimiento de todo el componente institucional iberoamericano. Un nuevo esquema de reparto en las cargas orientada a conseguir la paridad de cuotas de España y Portugal frente a América Latina, y que hasta ahora ha sido del 70%-30%, respectivamente. Finalmente, se acordó que los encuentros iberoamericanos se tornen bianuales, para que den secuencia a los encuentros entre la Celac y la UE, igualmente, celebrados cada dos años. El imbricar y conferir mayor concordancia entre ambas cumbres  sin duda repercutirá positivamente en una alianza estratégica birregional que se ha venido afianzando en los últimos tres años.

Sin embargo, los retos siguen siendo relevantes. Se echa de menos un mayor compromiso de España y Portugal por “lo iberoamericano”. El sesgo paternalista sigue presente al igual que  la mala lectura que España ha venido realizando del escenario al otro lado del Atlántico. Por ejemplo, en esta mayor proximidad del espacio iberoamericano, es necesario plantear una sede de la Segib para América Latina, hasta ahora en Madrid, a fin de conferir mayor transferencia de esa aprehensión que debe fortalecerse en el imaginario colectivo iberoamericano.

Del mismo modo hubiera sido fundamental robustecer la presencia de este enclave birregional, aprovechando el cambio de secretario general, con un expresidente latinoamericano. Abandonando así los candidatos de bajo perfil político pero con mayor desempeño “funcionarial”. Un secretario general de alto perfil, que no siga evidenciando ese afán subrepticio de España por controlar una institución común a 22 Estados miembros, espolearía, sin duda, la impronta y la proyección internacional de este escenario.

En otras palabras, se debe acabar con la percepción de que Iberoamérica es una creación española, y por eso la importancia de que la representación de España en la elección del nuevo secretario general sea sólo de un voto más, para que así nadie piense que está imponiendo, formal o informalmente, a su candidato, como parece que ha sucedido con la candidatura de Rebeca Grynspan.

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Torpeza diplomática

El conflicto que vivió el avión presidencial revela el doble rasero que existe en las relaciones diplomáticas

/ 10 de julio de 2013 / 06:33

La situación experimentada por el presidente Morales tras la negativa a utilizar el espacio aéreo de España, Francia, Italia y Portugal, razón por la cual estuvo 13 horas en Viena, se trata de una situación inefable que evidencia del doble rasero que existe en las relaciones diplomáticas.

Un doble rasero que no se corresponde con la intención birregional de la Unión Europea con América Latina que, como quedó de manifiesto en la reciente Cumbre Celac-UE, acontecía el propósito de mayor proximidad, entendimiento y horizontalidad.

Hechos como el que tuvo lugar la semana pasada sirven para contribuir los estereotipos que desde hace unos años vienen dificultando la intención de aproximación europea con América Latina y que dejan entrever una importante torpeza diplomática del lado del viejo continente.

La rocambolesca situación no se entiende sino como un impulso de solidaridad con Washington en la cruzada contra Edward Snowden, pues se especulaba que el exagente de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos (NSA) viajaba en su compañía. Así, al doble rasero y a la torpeza diplomática hay que añadir un servilismo, más incoherente si cabe, si se trae a colación que es Estados Unidos, afectado por las revelaciones del fugitivo, ha vulnerado las normas diplomáticas al permitir el espionaje sobre cientos de altos dirigentes europeos.

Y es que la torpeza de la Unión Europea en política exterior es una constante preocupante. Los mecanismos de univocidad que planteó el Tratado de Lisboa apenas han contribuido a unificar un posicionamiento que, en el fondo, queda orientado a la renacionalización. En el caso particular con América Latina, acontecimientos como éste no son ni mucho menos banales.

No puede ser que las cumbres presidenciales birregionales, especialmente las dos últimas (Madrid y Chile), se configuren como espacios prometedores de entendimiento, con importantes logros, y que después, hechos como éste evidencien lógicas más próximas al paternalismo y las relaciones centro-periferia. Sobre todo, porque la realidad, en este orden geopolítico de la posguerra fría enmarcado por la crisis financiera de los países del centro, invita cada vez más a todo lo contrario.

En definitiva, es una evidencia más de la reiterada incapacidad en política exterior de la Unión Europea. Una política exterior que debiera atender y entender mejor las relaciones con América Latina y, de paso, con Estados Unidos.

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