Icono del sitio La Razón

Otro tiempo, otro mecanismo

Más allá de los importantes cambios económicos, sociales y culturales que produjo el ingreso del ferrocarril en el mundo, hoy aún perdura su valor como otro tipo de transporte de una urbe. Sin embargo, cabe remarcar que el tren no es ni fue muy utilizado en Latinoamérica. Todo lo contrario, en el resto del mundo es todavía un transporte que mantiene vigencia en las ciudades.

En la quinta década del siglo XIX apareció el primer ferrocarril en Inglaterra con locomotora a vapor, el cual impulsó el despegue definitivo del proceso de industrialización, sin olvidar los cambios sociales que alentó al traspasar fronteras y consolidar el contacto con otros continentes. De esa manera, el tren fue apropiándose paralelamente de cierta significación y consiguió una especie de presencia cualitativa en la vida urbana. Así, ese medio de locomoción se convirtió poco a poco en un transporte masivo, cuyo permanente cambio de destino logró proyectar un nuevo canon urbano de interrelación territorial, que colaboró en la fluidez de la vida moderna. Esto, remarcado por los nuevos ritmos y velocidades, cada vez más fugitivos de la sociedad.

En la actualidad es bastante usual escuchar en nuestro medio afirmaciones en sentido de que el tren pertenece a otro tiempo (pasado) o, en su caso, es un transporte de costo elevado. En cuanto a lo primero, habrá que decir que ése fue el motivo para la búsqueda de otros mecanismos que ayudaron a solucionar su velocidad. Tanto es así, que actualmente en Japón se construye un tren de alta velocidad (500 km/hora) que estará concluido en 2027. Sus vagones flotan sobre rieles elevadas gracias a la tecnología de la levitación magnética (tren bala), afirman los escritos que lo describen. En cuanto al alto costo de operación, éste ha llevado a estudiar sobre futuros trenes ecológicos y económicos. Empero, no se deben olvidar a los de mayor uso: los eléctricos.

Lo paradójico es que el tren, a pesar de esos importantes avances, aún tiene que lidiar con la fuerza del pasado, como si estuviese atrapado en el tiempo. Es por ello que busca perfeccionarse con miras a convertirse en otro tipo de locomoción del futuro. ¿Y por qué preservar su funcionamiento? Existen defensores (entendidos en el tema) que apoyan su conservación por ciertos valores, como ser menos contaminante, y por tanto, más ecológico; tener ventaja económica en cuanto al costo de los pasajes, y responder, por ello, a las necesidades sociales. Asimismo posee una mayor eficiencia energética y ofrece un mayor confort, lo que es aprovechado, por ejemplo, por el turismo familiar interno de un país.

La Paz, desde hace algunas décadas, no cuenta con el transporte ferroviario. Si bien nada es permanente en una urbe, aquello no deja de ser preocupante, ya que, por una parte, las ciudades se están convirtiendo últimamente en territorios en constante reconstrucción, donde prevalece esencialmente el valor de la tierra (suelos); y, por otra, se olvida las necesidades y anhelos de la población. Aquello proyecta distintas lecturas e imágenes en cuanto a la ex estación de trenes, una por cada habitante; empero, la memoria colectiva parece fundirlas en una sola: que esa infraestructura se instale en cualquier lugar, pero que llegue nuevamente a casa.