Rurrenabaque, puerta de acceso al Parque Nacional Madidi y a la Amazonía boliviana, es sin duda uno de los destinos turísticos más importantes del país. Desde ese pintoresco punto, las operadoras de turismo ofrecen los diversos sitios de atracción con que cuenta la zona. Durante los últimos años esa región se convirtió en el sitio preferido por turistas de aventura y de criterios ecologistas; pero en la actualidad, penosamente ese atractivo paraje está sufriendo una importante disminución en la recepción de visitantes. Entre los motivos que explican esta disminución están los efectos de la crisis económica que atraviesan los países de Europa y EEUU, la incertidumbre en la que se hallan los turistas por los constantes bloqueos y sobre todo la falta de incentivos e inversiones para una gestión adecuada y moderna.

Rosa María Ruiz, pionera en el campo del turismo de aventura y la conservación desde hace más de 30 años y gerente del refugio Eco-Reserva Serere, sostiene que antes los pobladores locales cazaban para sobrevivir, pero hoy respetan la vida silvestre, pues saben que si se ahuyenta a los animales, perderán a los clientes que vienen a verlos. Aunque hay excepciones y en los últimos años es común ver que en las calles, restaurantes y mercados la oferta de “carne de monte” (pecarís, tortuga, pavas, jochis y otros), así como productos (prohibidos por ley) elaborados con la piel de animales silvestres, en su mayoría en peligro de extinción como los felinos, ofidios y lagartos.

Las ofertas turísticas potenciales de la región son enormes, mucho más en estos tiempos en los que los habitantes de las grandes ciudades están sujetos a  las presiones cotidianas por el febril ritmo de trabajo al que se someten y desean alejarse temporalmente de los aspectos contaminantes que sufren las grandes urbes; además de los visitantes que llegan para explorar y sentir el calor y el color de la vida en la Amazonía.

Por otra parte, como bien sostiene  Ruiz, no hay que olvidar que el Madidi es uno de los espacios más ricos en biodiversidad del planeta. Ello la motiva a buscar permanentemente una mayor concientización y compromiso tanto de los visitantes como del sector privado, incluidos los responsables de la protección del parque y de la zona. Sus códigos y compromiso con la conservación del medio ambiente son valorados y reconocidos dentro y fuera del país.

Sin embargo, la conservación y protección de la zona no es solamente responsabilidad de la sociedad civil, sino también y sobre todo de las autoridades. De allí que una de las tareas pendientes del Gobierno central es la de velar por el crecimiento de un turismo ecológico. Para ello hace falta un plan estratégico de manejo de la actividad turística, que apuntale emprendimientos y el mantenimiento de lo construido, brindando facilidades financieras.

Es también obligación del Gobierno el proteger y mantener en buen estado los principales sitios turísticos, y en especial las áreas protegidas. Por ello, no debe pasar por alto las amenazas que conllevan los megaproyectos, como las hidroeléctricas, la exploración petrolera, la apertura de nuevos caminos o volcar esos exuberantes territorios a actividades netamente extractivistas, que solamente beneficiarían a pequeños grupos de poder. Por el contrario, el Estado debería trabajar junto con la población local que se dedica al turismo con sentido conservacionista, apoyando esta noble actividad, que de crecer contribuiría a la preservación de esa importante área,  proporcionando una serie de beneficios para todo el país y sus habitantes.