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Los guiños a la izquierda

A casi 14 meses de los comicios nacionales, el campo político boliviano se agitó en las últimas semanas, amén a las estrategias e insinuaciones de alianzas preelectorales que alentaron prematuramente un intercambio de dardos proveniente de ambos lados (oficialismo/oposición). Esa agitación trajo mucha tinta en las columnas periodísticas. El ejemplo más paradigmático fue aquel referido a la decisión de la exmilitante del Ejército de Liberación Nacional (ELN) Loyola Guzmán de ser parte del Frente Amplio, encabezado por el líder opositor Samuel Doria Medina,  quien definió a su partido Unidad Nacional (UN) como de “centro-izquierda”. Se escribió por doquier sobre amores y desamores, de lealtades y deslealtades, de traiciones y  perseverancias ideológicas, de condenas y justificaciones, aunque se soslayó un tema de fondo: los guiños a la izquierda.

El caso de Guzmán fue el más visible mediáticamente; empero, no fue el único. También hubo los coqueteos del gobernador cruceño Rubén Costas hacia el actual burgomaestre paceño, Luis Revilla, del Movimiento Sin Miedo (MSM),  partido de adscripción ideológica de izquierda que inclusive su principal líder,  Juan del Granado, meses atrás descartó en una carta pública cualquier alianza con UN, argumentando que su estructura partidaria no será  parte de la  “debacle conservadora”. ¿Qué significan estos gestos? Simplemente que hoy asistimos, por lo menos en el nivel discursivo, a la constatación del fortalecimiento ideológico de un campo político que está inclinado (pre)dominantemente hacia la izquierda.

En los 90 el eufemismo metafórico en torno al “centro político” sirvió como excusa para que muchos izquierdistas “cruzaran los ríos de sangre”, a fin de redimirse y así adscribirse militantemente al neoliberalismo, considerado por ellos mismos como el  gran Atalaya que aparentemente estaba desprovisto de cualquier sesgo ideológico (aunque como todo eufemismo, la edificación de ese “centro político” fue simplemente una impostura). Como diría  Jacques Derrida: “El centro recibe, sucesivamente y de manera reglamentada, formas o nombres diferentes. La historia de la metafísica como la historia de Occidente sería la historia de estas metáforas y de estas metonimias”. El “centro político” es engañoso, pues está basado en criterios que se usan de modo inconsciente y a mera conveniencia, como explica Mauricio Gil: “si el parámetro derecha-izquierda se considera obsoleto, debería dejarse de usar. A pesar de todo, se insiste en hacerlo, pero incurriendo en una falacia. Se opera una suerte de desplazamiento semántico de contrabando”.

En la actualidad, esos guiños a la izquierda proveniente de ambas orillas ideológicas van consolidando ese régimen discursivo (dixit Foucault), ya que sectores de izquierda desmarcados del oficialismo le reclama a éste una reconducción del “proceso de cambio” en los ejes ordenadores del “giro a la izquierda”;  y el propio oficialismo se esfuerza al unísono en enfatizar que son un “gobierno de izquierda”. Mientras tanto, el caso de los sectores políticos de derecha viven una verdadera crisis de identidad, ya que con un instinto de conservación política, como si fueran la reencarnación de Jano que miraba ambos lados, realizan guiños discursivos a la izquierda para abrirse un “campito” (como diría Fernando Mayorga) en este espectro ideológico; aunque su esencia conservadora como tal sigue intacta.