Flor del Bosque
Hoy, las sucesoras de Kaa Poti deben esforzarse más para sobrevivir como personas y como pueblo
Kaa Poti, Flor del Bosque, es el nombre en guaraní de la primera capitana mujer conocida en la historia de los indígenas guaraní isoceños, quien dirigió a su pueblo en incontables peleas sangrientas en busca de la tierra sin mal.
Al conmemorarse el 11 de octubre el Día de la Mujer Boliviana, instituido en 1980 en honor a la poeta y escritora Adela Zamudio (quien alentó con todos sus esfuerzos la formación del pensamiento feminista en el país), y también como un homenaje a la valentía, esfuerzo, sacrificio y fortaleza de madres, hijas, esposas, estudiantes, profesionales trabajadoras bolivianas, quiero llamar la atención de los lectores sobre el papel de nuestras mujeres indígenas, mujeres cuyo coraje, pujanza y amor por su medio natural, su modo de ser y su cultura, nos permiten hoy en día gozar de un patrimonio natural y cultural tan rico como diverso, conservado en las tierras comunitarias de origen y las áreas protegidas de nuestro país.
Las mujeres indígenas, conviven con los recursos naturales que las rodean, ellas reproducen su cultura, les enseñan a sus hijos e hijas las habilidades para usar la naturaleza cuidando de ella, respetando las normas sociales que rigen la convivencia entre ellos y con los elementos naturales y espirituales que forman parte de su cultura.
El hábitat natural de estas mujeres está siendo presionado cada vez más por la visión desarrollista e inmediatista, que hoy demanda el acceso a los recursos naturales sin pensar en las consecuencias del mañana y en que es posible que no estemos en condiciones de heredar el legado natural y cultural que recibimos a la próxima generación.
Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), estos pueblos están recibiendo una carga desproporcional por los impactos generados por el cambio climático y la vulnerabilidad de sus tierras, todo en “pro” de un desarrollo que en muchos casos no respeta los medios de vida, cultura ni tradiciones.
Hoy, las sucesoras de Kaa Poti, a quienes rindo homenaje, deben recorrer mayores distancias para conseguir agua, alimentos y leña; deben esforzarse más para lograr sobrevivir como personas y como pueblo; deben participar más activamente de los escenarios públicos buscando convencernos de que hay otros modos de ser y de vivir de manera responsable con nuestro entorno natural; y lo que es más grave aún, han tenido que marchar junto a sus hijos y esposos para defender los últimos espacios naturales que les quedan, que nos quedan.