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La memoria de la ‘Guerra del gas’

La llamada Guerra del gas de octubre de 2003 marcó el quiebre definitivo de las políticas neoliberales impuestas en el país. Fue la culminación de la guerra del agua iniciada en Cochabamba en 2000. Esta lucha extraordinaria la viví desde un barrio cercano a El Alto y poco distante del centro de Chuqiya pumarka. Fueron días de profunda crisis política, cuando el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Mesa intentó someter al pueblo con el Ejército y la Policía; entonces, la ciudadanía no sólo enfrentó al autoritarismo neoliberal, sino que fue capaz de derrotarlo en las calles.

Fueron jornadas muy intensas, marcadas con mucho nerviosismo, de bronca contenida e incluso de desesperación; pero a la vez de mucha esperanza. Varios aspectos aún están en mi memoria como las reuniones de emergencia de los vecinos, convocados por las juntas vecinales de cada barrio. En estas reuniones se evaluaba lo que sucedía en el día y se decidía cómo apoyar de una mejor manera para que triunfe el pueblo; aunque los acontecimientos eran muy acelerados y obligaban a realizar reuniones incluso en las noches.

En las sedes vecinales había altoparlantes que difundían música de boleros de caballería; es decir, de duelo por los caídos, también se emitía música revolucionaria. Otro tema difícil fue cómo afrontar la falta de alimentos, pues cada día que pasaba había mayor escasez. Aunque en esto hubo dos lógicas, la de los sectores pudientes de la zona Sur, que habían agotado el stock de alimentos de los supermercados apenas iniciado el conflicto; y la lógica del pueblo como la de El Tejar y los barrios aledaños,  donde siempre había algo para comprar en las mañanas.

También fueron días para hablar, hablar y escuchar, conversar entre jóvenes y mayores. Recuerdo que las personas mayores nos recordaban de algo similar ocurrido en los días de la revolución de 1952. Pero era también para escuchar noticias a través de las emisoras de radio, sobre todo Erbol, que supo informar sobre los acontecimientos, pues los medios televisivos no podían obtener información directa por lo difícil que resultaba llegar a los lugares de los hechos. Lo que no faltó, a pesar de la presencia del Ejército (incluso con los helicópteros), la Policía, fueron las marchas multitudinarias de los vecinos de toda la ciudad de La Paz y El Alto en el centro de la ciudad (Pérez Velasco, San Francisco). Nunca faltaron las manifestaciones de repudio contra el régimen. Muchos se preguntaban, ¿cómo era posible marchar y marchar sin cansarse todos los días? Pues fue muy sencillo, se aplicó la participación mediante la rotación; es decir, a cada junta de vecinos le tocaba una hora y un día determinados; por lo tanto, no fue difícil que haya marchas todos los días.

Recuerdo también la llegada de los trabajadores mineros ya casi al finalizar el conflicto, y con qué alegría fueron recibidos en los distintos ingresos a la ciudad. Su arribo fue como un sello del triunfo del pueblo movilizado. Hay mucho que contar… pero en estas condiciones se hizo la agenda política de octubre. Han pasado diez años, ¿la Justicia boliviana enjuició y encarceló a los culpables? Hasta ahora a muy pocos, pero ni Sánchez de Lozada ni Sánchez Berzaín y otros están purgando por masacrar a sus conciudadanos. Hubo la promesa que la ciudad de El Alto y La Paz tendrían conexión de gas a domicilio en el menor tiempo, pero hasta ahora no todos los ciudadanos alteños tienen ese merecido acceso; a su vez en la hoyada son muy pocos los que  tienen gas domiciliario, y todavía seguimos esperando a los carros gaseros y, frecuentemente, debemos perseguirlos para que nos vendan. En estos últimos días he visto a algunos oportunistas vanagloriarse como los grandes héroes de octubre, por favor…, el único héroe fue el pueblo movilizado y consciente de que no se podía tolerar más a los neoliberales vende patrias.

¿Kunatsa uka q’aranakaxa (Sánchez de Lozada…) juchapxa jan uñt’asipkiti jichhurkamaxa?