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Previsiones económicas

La economía mundial en los últimos cinco años se ha caracterizado por estar sometida a una serie de turbulencias originadas principalmente en el sector financiero internacional, y como un virus que ataca para estropear un sistema armónico de equilibrios, provoca pérdidas que se traducen en recesiones, paros laborales, depresiones, decepciones y marchas de indignados.

Dado este panorama, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, considerados como los organismos “regentes responsables” de preservar la salud económica y financiera mundial, ahora se encargan de dar una serie de cifras y proyecciones sobre el desempeño económico global, regional y de los países miembros, generando en muchos casos expectativas que ahondan más el problema, porque simplemente el futuro es incierto y cada día suceden hechos que condicionan una posible recuperación de la senda del crecimiento económico sostenido.

Por ejemplo, el último reporte emitido por el Fondo Monetario Internacional prevé que el Producto Interno Bruto (PIB) de América Latina y el Caribe afronta uno de los peores años de la década. Este anuncio lógicamente genera expectativas negativas en los agentes económicos, y de manera innecesaria alejan posibles acciones asociadas a inversiones que por su naturaleza son generadoras de crecimiento y empleo, cuando los hechos evidencian que en realidad las economías de la región tienen crecimientos estables y positivos.

La reciente historia económica y financiera ha demostrado que, en más de una ocasión, estos organismos indujeron a las autoridades de un país a tomar decisiones que profundizaron en el mediano y largo plazo las crisis por las que estaban atravesando, y como si se tratase de “profecías” autocumplidas, las “soluciones” implicaban medidas de corte regresivo y acciones correctivas ortodoxas, cuyos efectos finales se tradujeron en pérdidas del bienestar de las sociedades.

En este contexto de permanente inestabilidad, y como si pendiera una espada de Damocles económica sobre cada país (incluido el nuestro), el mejor blindaje ante cualquier contingencia que conlleve a posibles escenarios de contracción económica es tener cautela en la administración de los recursos económicos provenientes de los sectores en auge por el boom de los precios internacionales de las materias primas, evitando financiar proyectos onerosos y sin impacto.

Por el contrario, es tiempo de generar mecanismos de ahorro interno, que sirvan como red de seguridad en los tiempos de vacas flacas. Si las trompetas que anuncian tormentas empiezan a sonar, es de sabios tomar las previsiones económicas necesarias para evitar posibles colapsos y recetas ortodoxas, que se traduzcan en crisis, desesperanza e indignación.