El superciclo y sus circunstancias
No tenemos el lujo de perder otro lustro esperando, por ejemplo, que el Mutún arranque.
En pleno pre (¿?) año preelectoral, su columnista quiere bucear en aguas turbias (¿futurología?, ¿prospectiva?, ¿optimismo informado?), y ha decidido hacer apuestas que son sólo aptas para aspirantes a gobernantes valientes. A sotto voce algunas, más o menos abiertamente otras, las mentes más despiertas del análisis económico están alertando acerca de la posibilidad de que el superciclo de precios de las materias primas podría estar llegando a su fin.
Alguno que otro analista, con más optimismo que pericia, ha sugerido en su momento que América Latina podría llegar a desacoplarse de los ciclos económicos mundiales, y que podrían revertirse las tendencias seculares de deterioro de los términos de intercambio… tampoco es totalmente cierto.
Superciclo y todo, incluyendo una leve mejora de los términos de intercambio, América Latina en su conjunto ha incrementado su participación en el comercio del mundo mundial en 0,6%, del 5,6% en 1992 al 6,2% en 2012 (datos de UNCTAD). Esito sería. Las cifras para Bolivia no las transcribo. Son tan pequeñas que el lector no podría encontrarlas en esta columna.
No es ningún secreto para nadie que en gran medida el superciclo ha sido impulsado por el crecimiento de las economías asiáticas (en particular de la economía china, responsable del grueso de la demanda mundial de soya, acero y cobre), en un contexto en el que las economías de EEUU y Europa se tambaleaban. Bueno, se siguen tambaleando.
Como ya nos lo advirtieron hace un rato, el superciclo parece estar llegando a su fin; justamente porque la economía china se está empezando a enfriar.
Los chinos ya habían previsto que en la turbulenta economía mundial no estarían en condiciones de lograr tasas de crecimiento de dos dígitos. La última vez que lo lograron fue en 2010; un espectacular crecimiento de 10,4%, alimentado por una no menos espectacular inyección de inversiones con una orientación claramente contracíclica.
Así, una primera fase del ajuste chino permitió sostener su ritmo de crecimiento mediante programas masivos de inversión. La segunda fase, en un momento más sombrío para la economía mundial, requiere de un cambio de eje en los motores del crecimiento chino: del crecimiento impulsado por las exportaciones y la inversión, al crecimiento impulsado por el consumo interno.
Este cambio de eje, asociado a una pérdida de dinamismo para la economía china, significa no otra cosa que una reducción de las importaciones chinas… que trae consigo una reducción de los precios de las materias primas. Fin del superciclo, entonces. El primer grupo de materias primas que ha sido impactado por los movimientos antes descritos es el de los minerales. El grupo de materias primas energéticas (hidrocarburos, carbón, etc.) aún mantiene un nivel interesante de precios.
¿Qué pasará en el futuro? Es imposible predecir, pero en un escenario de bajos precios de materias primas, la anunciada transformación de nuestra matriz productiva y su hermano gemelo, el cambio de patrón de inserción internacional, se convierten en verdaderas metas a alcanzar si el país desea sostener mínimamente los niveles de prosperidad alcanzados hasta hoy. Que tampoco nos han convertido en algo que se diga una barbaridad de prósperos.
Tenemos más de $us 2.800 millones comprometidos en proyectos de petroquímica; casi $us 900 millones en transformación de nuestro litio, algo más de $us 2.000 millones para el mutún y $us 1.200 millones para la industria basada en nuestros recursos naturales. Seguro que van a impactar. La cuestión es que efectivamente el país tenga la capacidad de ejecutarlos. No tenemos el lujo de perder otro lustro esperando, por ejemplo, que el Mutún arranque.