Me fío del Nobel
Ya sé que no se lo dieron a Borges ni a Tolstói, pero quedan decenas de razones para fiarse del Nobel.
No me pregunten por qué, pero me fío del Nobel, del premio Nobel de Literatura quiero decir, ese que acaba de ser otorgado a la escritora canadiense Alice Munro.
Ya sé que no se lo dieron a Borges ni a Tolstói ni a Virginia Woolf y sí a Echegaray, Churchill y Pearl S. Buck, pero quedan decenas de razones para fiarse del criterio de la Academia Sueca. ¿Por qué?
Porque en los últimos años acertó al decirnos que nos estábamos perdiendo la obra de gente como Herta Müller o Wislawa Szymborska.
Porque después de eso hay que tener en cuenta sus recomendaciones. Aunque no gane Philip Roth.
Porque en tiempos en que el mundo está lleno de escritores revelación, obras maestras, libros del año y partidos del siglo, está bien que haya 18 suecos que digan: este autor merece la pena. Digan lo que digan las apuestas en Ladbrokes.
Porque hago una lista de autores por los que pondría la mano en el fuego y me salen unos cuantos premiados: Beckett, Coetzee, T.S. Eliot, Juan Ramón Jiménez, Brodsky, Gide, Pasternak, Camus, Milosz, Bashevis Singer, Heaney, Kertész, las citadas Szymborska y Müller…
Porque Benito Pérez Galdós estuvo a punto de ganarlo (en 1915) pero los que leemos en español tenemos la suerte de saber lo grande que es Galdós aunque no le dieran el premio.
Porque es mejor que se lo den a un autor que no conoces. Aunque no sea Philip Roth. Porque Alice Munro lo merece, pero nosotros ya sabemos que Alice Munro lo merece. Porque sigue concediendo a la poesía la importancia que tiene. Porque su prestigio es mayor que el de cualquiera de sus candidatos, vamos, que no se premia a sí mismo como hacen tantos sucedáneos. Porque lo conceden sin preguntarle al premiado si irá a Estocolmo a recogerlo. Porque es un premio político y hasta geopolítico, lo mismo que la literatura.
Porque así se cuece un premio Nobel, según El premio Nobel de Literatura, un libro del académico Kjell Espmark publicado en español por la editorial Nórdica en traducción de Marina Torres. Está lleno de curiosidades (Unamuno estuvo a punto de ganarlo en 1935 pero ese año no se concedió el premio) y de razones para fiarse del Nobel (nunca ha pretendido señalar al mejor escritor del mundo —“algo así no existe”, dicen— sino a “uno muy bueno”). Por todo esto me fío del Nobel.